­Dice un malicioso refrán que si són taronges i a vora camí, són agres i de Benaguasil. Pero a los ladrones que saquean el campo valenciano poco les importa que los cítricos estén a la vera del camino o sean más o menos dulces. La plaga del robo está desbocada. Y después de las peticiones de los agricultores de reforzar la vigilancia, la Guardia Civil ha movilizado a dos escuadrones de caballería con base en la población madrileña de Valdemoro (21 agentes y 16 caballos) para que patrullen por las zonas agrarias y forestales de las provincias de Valencia y Castelló durante el mes de mayo. Los equinos permanecen ahora repartidos en dos bases: Llíria y Paiporta, aunque ya han patrullado por Cheste, Vilamarxant, Sueca, Almussafes, Benissanó€

Hoy, bajo un sol veraniego, están patrullando los campos de Benaguasil. Va una pareja de agentes „la tradición se mantiene„ a lomos de Gaucho y Spirit. Impresiona verlos trepar por un cortado inaccesible para cualquier otro vehículo. Desde lo alto de este mirador contemplan buena parte de la partida de La Naora Con los prismáticos se pueden detectar movimientos sospechosos. La naranja ya está recogida en casi toda esta zona, pero hay chalets, casetas, contadores de agua en los pozos de riego y otras cosechas en marcha. Todo es susceptible de ser robado en plena ola de inseguridad en el ámbito agrario y conviene hacer acto de presencia.

Mientras los caballos de la Guardia Civil se internan por caminos, sendas y patrullan campo a través, el sargento que coordina a los escuadrones de caballería aporta un dato fundamental sobre la utilidad de esta forma de vigilancia: «Muchas veces, los ladrones utilizan un vehículo lanzadera situado en el camino por el que ha de pasar cualquier coche que quiera acceder al campo en el que están robando. Si ve un coche, el del vehículo lanzadera avisa a sus compañeros. Sin embargo, los caballos pueden entrar por otras partes y puede pillar in fraganti a los ladrones. Y hay veces en que nos ha pasado», subraya.

Otro punto a favor es el silencio de estos vehículos. Esto se comprueba al bajar por un camino y sorprender „literalmente„ a una quadrilla. Ni mucho menos son ladrones: son cuatro empeltadors del pueblo y están transformando un bancal de navel a la variedad okitsu. Aprovechan la visita para tomar aliento y atender la novedad. Todos se muestran «agradecidos» con la vigilancia y alguno evoca épocas pasadas: «Antes, los guardas iban a pie y pillaban a todo el mundo; ahora van en coche y no pillan a nadie», exagera Antonio Durà con un punto de socarronería.

Tanto él como sus compañeros José Rita y José Cervera tienen historias que contar de robos sufridos en el campo: medio bancal de melocotones robado en una noche, un cultivador sustraído hace unos días, 120 arrobas de naranja hurtadas el año pasado, la caseta destrozada «para sacar dos pesetas de chatarra»€ Por desgracia, nunca acabarían de contar y hay que volver al tajo. Pero antes piden leyes más duras contra los robos multirreincidentes, «porque si los cogen y los sueltan enseguida, ¿para qué queremos tanto guardia, para pagar más impuestos?». También reclaman que se aumente la investigación en los puntos de venta. Es el llamado «delito de receptación», sobre el que la Guardia Civil está redoblando esfuerzos, según recalcan fuentes de la benemérita.

Igual que Spirit y Gaucho, los caballos patrullan estos días por el campo valenciano «desde el amanecer hasta el ocaso», informa el sargento. Realizan identificaciones a gente sospechosa y, con 16 equinos, procuran colaborar en la labor de prevención. Es decir: que su presencia disuada del robo. Antes de despedirse, uno de los jornaleros regala una naranja lane que sabe a oro. ¡Qué más da! «Yo este año he vendido la arroba [casi 13 kilos] a un euro», afirma. «Y yo a 79 céntimos; ¡ni para cubrir gastos!», replica uno de sus compañeros. Pero ésa es otra historia€