No quieren cámaras de televisión en sus esquinas: la plaza del pueblo ya se convirtió en plató una vez. Los vecinos de Alcàsser no son ajenos a la noticia de la más que probable salida de la cárcel de Miguel Ricart, el único condenado por el asesinato de las tres niñas. Vuelve a planear la sombra del suceso que sacudió al pueblo hace ahora 20 años y que ha perseguido a generaciones posteriores hasta el día de hoy.

«La gente acabó muy saturada de todo», admitía ayer a Levante-EMV Rosa Folch, la madre de Desirée, una de las tres niñas asesinadas. «Entiendo que huyan de la televisión», explica mientras regresa en uno de los autobuses que fletó la Asociación de Víctimas del Terrorismo para acudir a Madrid a la manifestación contra la derogación de la doctrina Parot.

Folch, que fue acompañada únicamente por una vecina al encuentro de la plaza de Colón de Madrid, donde se subió al escenario con el resto de víctimas, asegura sentirse «apoyada». «Son distintos crímenes, los de ETA o el que sufrió mi hija, pero todos somos padres o hermanos a los que nos han arrebatado un ser querido», añade. «No hay derecho a que nos hagan esto ahora».

«Yo no he dicho a nadie del pueblo que iba a venir. Actúo por mi cuenta, mi familia lo sabía y ya está. Siempre me he sentido apoyada por la gente de Alcàsser pero tampoco quiero pedir nada», señala la madre de Desirée.

Y es que, como comentaba, es consciente del trauma que supuso tanto para las familias como para los vecinos el suceso. «Por eso cuando la alcaldesa me llamó para comentarme lo de la doctrina Parot y me dijo que no quería hacer ningún tipo de declaración, lo entendí». Remedios Avia, la edil, no acompañó a Rosa en el viaje a Madrid.

Una generación marcada

La repercusión mediática del triple crimen fue tal que a las pocas horas de haberse encontrado los cuerpos, programas de emisión estatal trasladaron sus platós a Alcàsser y entrevistaron a los padres, familiares y amigos de las niñas, en lo que numerosos analistas han llegado a denominar el «inicio de la telebasura».

«Yo era muy pequeño cuando ocurrió, apenas tenía 9 años, pero es algo que ha marcado a la gente de este pueblo para siempre», explica a este periódico un vecino de la localidad. «El suceso metió el miedo a los padres desde entonces», añadió. En este sentido, el joven indicó que el tema vuelve a estar presente en las conversaciones de los vecinos, que recuerdan con dolor aquel capítulo de su historia reciente. Un capítulo que no quieren reabrir.

«El problema es que la gente ya está muy quemada», indicaba otra joven residente en la localidad. No creció allí, pero siente el estado de ánimo de los que ahora son sus vecinos. «Yo no conocía al pueblo por otra cosa antes de venirme a vivir aquí, eso es así», argumentó.

Quizá esa lacra, por la que nunca querrían haber sido conocidos los alcasserencs, es la razón por la que la más que probable salida de Miguel Ricart de la cárcel de Ciudad Real haya despertado sentimientos encontrados en los vecinos. «Todos nos habíamos hecho a la idea de que no saldría hasta 2023. Nos han dado una puñalada difícil de curar», sentencia Folch.