Acaba de graduarse la primera promoción de alumnos que ha estrenado el Plan Bolonia. ¿Qué balance hace usted?

Hay un acuerdo unánime, un consenso llamativo entre compañeros docentes absolutamente fidedignos y de impecable trayectoria, que me lleva a concluir que el Plan Bolonia no va a resolver ninguno de los problemas que tiene planteados en este país la enseñanza universitaria, sino que los va a agravar sensiblemente. No he dejado de interesarme y de reflexionar sobre su puesta en práctica, y me lleva a sumarme sin reservas a esta valoración, aunque supongo que han tenido la consideración en la Universidad de Alicante de no incluirme para impartir asignaturas cuatrimestrales.

¿Dónde percibe los males de este nuevo sistema educativo?

No comparto para nada su filosofía. Sintetizando mucho: el Plan Bolonia ve a los profesores como simples facilitadores de conocimientos, mientras que, sorprendentemente para un viejo profesor como yo, resulta que los gestores de su aprendizaje son los propios alumnos.

Eso implica un cambio de chip para el docente, ¿no cree?

Lo que implica es una desesperante burocratización que a los compañeros les hace perder mucho tiempo de manera obligada, sabiendo que es completamente inútil lo que hacen. Incluso desde un planteamiento psicopedagógico, García Mato lo describió muy bien: «No enseñar nada, pero enseñarlo bien».

Vaya, qué crítico es usted.

Con los problemas tan amplios y variados de nivel académico que tiene la universidad, me satisfacen muy pocas cosas del Plan Bolonia, especialmente la hegemonía de las asignaturas cuatrimestrales. Llamar cuatrimestre al periodo de tiempo en que se imparte una asignatura a los alumnos es pura ficción. Incluso cuando es conveniente combinar la presencia de un par de profesores, es mejor en cuanto a la estructura mantener una asignatura de duración anual, porque es posible coordinar mejor y establecer los tiempos de manera adecuada.

Los planes de estudio iban a mejorar...

Con frecuencia, y me duele decirlo, no se han hecho ni se hacen pensando en el aprendizaje de los

alumnos ni en la transmisión de conocimientos, sino que en ocasiones son simples repartos de tarta: voy a ver los créditos que consigo y salen planes de estudios verdaderamente sorprendentes

¿Eso no trataba de corregirlo el Plan Bolonia?

No se ha corregido nada. Bastan algunas denominaciones de asignaturas para abrigar serias reservas sobre los conocimientos de los profesores que han ideado esos títulos, a veces de contenidos difíciles de entender.

¿Algún ejemplo?

No quisiera entrar en ejemplos por razones obvias. Me gusta ser cortés y delicado con todo el mundo y no quisiera dar el más mínimo motivo a suspicacias.

Oficialmente se asegura que los alumnos salen mejor preparados.

Es falso que las generaciones actuales tengan más conocimientos que las precedentes y que sean mejores. Lamento ser crítico, pero en el mejor de los casos son las más tituladas. Cuestión diferente es que sean las más formadas.

¿Cómo se detecta algo así?

Los conocimientos que como profesor detecto en el alumnado son sorprendentemente bajos. La cultura del esfuerzo y el mérito está completamente olvidada. En clase, por ejemplo, en la asignatura de Climatología General, para que el alumno se sitúe y vea el desarrollo científico de la materia proporciono un pequeño esquema histórico y hablo de los acontecimientos que llevaron a facilitar la conexión del Virreinato de Nueva España con el archipiélago filipino. Al citar el virreinato observo caras de extrañeza y al preguntar, no es que uno ni dos, ¡a ninguno le suena!, y eso ya no es problema del alumno, sino del sistema. Yo me pregunto si es que viven en un mundo diferente, porque es una barbaridad.

¿Entonces los resultados académicos no son mejores?

La Universidad española, en conjunto, necesita mejorar muchas cosas que son fundamentales, entre ellas su rendimiento, a través de una formación integral y lo más amplia posible. Es manifiestamente mejorable y, desde mi punto de vista, el Plan Bolonia no va a contribuir a mejorar estas cosas, sino que intensifica y agrava esta situación.

¿Y qué me dice del mayor grado de movilidad, derivado de la homogeneidad de los estudios con Europa?

Que favorezca la movilidad me parece muy bien, pero lo que no debería es plantear problema alguno. Yo

he formado parte de la comisión medular del Consejo de Rectores, la Académica, y entendíamos que, una vez acreditado el nivel de conocimientos, no íbamos a entrar en si se había cursado o se debía cursar una asignatura en concreto, cuando esto es lo que se hace ahora. Es algo que me llena de estupor.