Materializar la filosofía que anima a los grandes corredores de transporte europeos, integrados en la Red RTE-T: ancho único estándar, líneas electrificadas con idénticos sistemas de alimentación, seguridad y control, infraestructuras para trenes de 750 metros, mínimos desniveles e interconexión de grandes puertos, aeropuertos, nodos de población, etc., cuesta millones de euros que Europa trasvasa, en parte, al Gobierno español. La pelota, afirma el secretario autonómico Josep Vicent Boira, está «en el tejado del Gobierno», pero no la devuelve.

Según las previsiones de Fomento, en diciembre de 2015 debería estar terminada la conexión para viajeros y mercancías (alta velocidad y ancho europeo) en el eje Alicante, Valencia, Castelló, Tarragona, Barcelona, frontera francesa, pero no será así. Además de los «tapones» en el área de Martorell, para cuya apertura se estima un mínimo de tres años, continua sin estar claramente definido cómo se hara el paso hacia el sur a través del núcleo de la Encina.

El proyecto inicial del corredor ha sufrido importantes variaciones. La principal, promovida por el Gobierno, fue sumar al corredor algo tan poco «mediterráneo» como el eje Algeciras, Madrid, Tarragona, donde se invierten cientos de millones.

Los empresarios valencianos no ocultan su nerviosismo. El corredor ya es casi una realidad para otros puertos y otras comunidades, pero está lejos de ser la puerta de Europa a la que aspiran. Federico Félix, presidente de la Fundación Pro-AVE e incansable agitador en defensa de esta infraestructura lo dijo hace apenas unas semanas: «Hemos sido objeto de una cruel burla».