Callada. Introvertida. Con pocos amigos íntimos. Así es el perfil social que trazan los testimonios de los vecinos de Raja E. la joven arrestada ayer en Gandia. De 18 años de edad, presuntamente se radicalizó durante un viaje a Marruecos realizado hace dos años. Allí habría sido «captada» y convertida en una activista de la causa del Estado Islámico (EI) en Internet. Al parecer, durante esa aventura —que duró meses, quizá un año— conoció a un chico, su «novio», actualmente en Siria.

Las redes sociales se convirtieron en su trinchera a los 16 años de edad. Sus continuas referencias a la lucha armada mediante la publicación de vídeos y fotografías explícitas y sus anuncios sobre un inminente viaje a Marruecos como paso previo a un aterrizaje en Siria encendieron las alarmas de los cuerpos de seguridad.

Desde su periplo marroquí, sus relaciones con la gente que no pertenecía a su familia eran testimoniales. Trabajaba en la carnicería que regenta su hermano Abdul, emplazada en los bajos del edificio donde residía, y como mucho charlaba con los clientes más habituales. Tenía también otra hermana mayor, de nombre Fátima. Incluso algunas declaraciones apuntan a un cuarto familiar en el mismo piso, de nombre Stah. Raja era la pequeña. Sus padres viven en Marruecos.

Escolarizada en Gandia —su familia lleva siete años en la C. Valenciana— y con un buen dominio del castellano, presuntamente se encargaba de «reclutar» a otras mujeres para el EI. Algunas informaciones apuntan a Instagram como su canal de comunicación predilecto, aunque su huella digital ha sido borrada del mapa.

Correcta. Educada. Pero, desde hace dos años, retraída y callada. Son los adjetivos utilizados para definir su modo de actuar. Junto a su comportamiento, el viaje a Marruecos transformó sus atuendos. Vestía el niqab con frecuencia: una túnica de color oscuro que cubre en un 90 % a la mujer, ya que solo se le ven los ojos. «Incluso, lo portaba mientras te atendía en el comercio. Antes del viaje se ponía prendas más occidentales».