Se llama Wasim Hijazi y está atrapado en Turquía, en Boudrum, a la espera de poder llegar a Europa como refugiado sirio. Tiene poco más de 20 años y llama constantemente a su tío, el doctor Hayssam Racho Al kerdi, afincado en Valencia desde hace décadas. Necesita salir de allí. Huyó sin dudarlo porque él tiene edad de hacer el servicio militar. Eso significa que habría entrado en el ejército y tras un breve espacio de tiempo, ya estaría con un arma en la mano y formando parte activa de un conflicto bélico que odia. Así que lo dejó todo y emprendió la huida en solitario.

Su tío es sirio, español y valenciano. Llegó a la capital del Turia a estudiar, se enamoró de una compañera de la facultad y formó una familia. Hoy es vicepresidente de la asociación Hispano Siria, un hombre reconocido y con solvencia económica. Y sin embargo, cada día, sigue intentando nuevas vías para conseguir que su sobrino llegue a Europa como refugiado político. El resto de su familia también está dispersa.

Hayssam relata la historia de su familia como vicepresidente de la asociación Hispano Siria, en la sede de la entidad. A su lado hay otro facultativo, el doctor Adel Nasser Rifai, secretario de la asociación.

En su familia son 300, entre padres, hijos, sobrinos y nietos, y nadie vive en su casa. Veinticinco de ellos residen ahora en Alemania, tras pasar un drama que solo ellos saben. Una bomba arrasó el hospital donde estaba ingresado su hermano, y murió. Conoce de primera mano el drama de los refugiados y de la guerra. Pero le duele recordar.

Lo mismo le ocurre a Mounir Abou Khadour, un empresario que es el encargado de los refugiados en la asociación. Conoce todo tipo de historias, pero calla la mayoría de ellas. El trabajo se centra ahora en un claro objetivo: prepararse para acoger a su pueblo.

Experiencias personales aparte, la asociación Hispano Siria no ha dudado en ponerse al servicio de las administraciones. Para lo que haga falta. Llevan cuatro años luchando desde Valencia por un conflicto que ha arrasado con todo lo que conocían.

Sin embargo, ahora que la solidaridad civil ha despertado y occidente se ha quitado la venda de los ojos cruzan los dedos para que los trámites burocráticos se agilicen y los refugiados lleguen a Valencia cuanto antes. Su mensaje es claro y conciliador: «Los refugiados son víctimas de la guerra. No son emigrantes. El problema es que, durante mucho tiempo, se les ha tratado como tal. Los valencianos no deben temer nada. Los refugiados no vienen a buscar una vida mejor. No tienen otra opción. Quieren vivir en su tierra y cuando acabe el conflicto bélico volverán. En Siria siempre se ha vivido bien», explican los tres representantes de la asociación Hispano Siria de Valencia.

Como en el 36

Por ello, aseguran que el objetivo es «aplicar la ley de las Naciones Unidas para que el pueblo sirio, que está bajo los bombardeos constantes tengan derecho a ser refugiados. Huyen del país porque no pueden hacer otra cosa, igual que le ocurrió al pueblo español en el 36».

Mientras los gobiernos deciden qué hacer con los desplazados, cuándo y cómo vendrán, la entidad espera a su pueblo con los deberes hechos. «Estamos recopilando todos la ayuda que nos llega para trasladarla al ayuntamiento y a la Generalitat. Debemos trabajar de forma coordinada. Nosotros nos ofrecemos como traductores, ponemos la sede a disposición de lo que haga falta y colaboraremos en todo lo necesario. Es nuestro pueblo el que está sufriendo, y es un pueblo rico y diverso donde nadie está excluido».