La casa familiar del doctor Hayssam Racho Al kerdi, en Siria, en el casco viejo de la ciudad de Ohms, junto a la mezquita, fue de las primeras en ser derribada por los bombardeos. Hayssam Racho Al kerdi lo vio por televisión desde Valencia y llamó corriendo a su hermana. «Estamos bien». Fue lo único que le dijo. «No podía hablar. Tenía miedo», explica el doctor. Muestra en su teléfono móvil la imagen de la casa donde nació y se crió. Apenas quedan unos pequeños muros en pie. El resto son escombros. Otra de sus hermanas ha pasado de vivir en un palacio a un pequeño despacho. La familia está dispersa. Ahora son refugiados, víctimas de la guerra. Uno de los suyos que más está sufriendo, es su sobrino Wasim Hijazi. Atrapado en una zona fronteriza recibió dinero de su tío para intentar pagar una de las barcazas que llegan a las islas griegas. Las mafias cobran 2.000 euros por una plaza para un adulto, y 1.000 por la de un niño. Y ni tan siquiera conducen las barcas. El joven pagó un puesto, pero nadie fue a recogerle. Y allí sigue. m. ros valencia