«Así no pueden vivir en esta finca», señala una mujer mayor que entra en el edificio de la calle la Safor, un enorme bloque de hormigón en el que hay 36 viviendas. Se refiere, obviamente, a la familia de la detenida, a la que ahora mira con recelo. «Esa gente aquí no puede estar. Vivimos con miedo y lo digo aunque ahora puedan venir a por mí y hacerme daño», señala otra vecina, también mayor, justo antes de atender a un anciano que sufrió una caída con su moto, sin consecuencias, ante la puerta del edificio donde vive la familia de la detenida.

Son dos ejemplos, que no los únicos, del sentimiento que expresan algunos vecinos de Xeraco, primero sorprendidos por la presunta vinculación de una chica de su pueblo con acciones de captación de terroristas, y después inquietos y preocupados por si hay más implicados.

En el caso de Xeraco, la de la joven Layla es, y sigue siéndolo, una familia absolutamente integrada en el municipio, y por eso el alcalde, Francesc Serralta, señalaba ayer a este periódico que hará lo posible para que no se produzcan actitudes xenófobas, y mucho menos que se trate de relacionar a todo el colectivo de residentes musulmanes con el yihadismo o el fundamentalismo.

Serralta señala su deseo de poder hablar con la familia de la joven, cuyos padres y hermanos han dado sobradas muestras de mezclarse con los otros xeraqueros, desde la escuela a los clubes deportivos.

También lo estaba, aparentemente, la detenida por la policía. En su calidad de persona que hablaba árabe, valenciano y castellano, Layla llegó a colaborar con sus compatriotas recién llegados trasladándose al ayuntamiento para hacerles de intérprete y poder facilitar así determinados trámites administrativos.

«Reconozco que ha sido una sorpresa para todos», indicaba ayer la primera autoridad local, dispuesto a contribuir para que la calma vuelva al municipio, que la justicia haga su trabajo y que se mantenga la buena convivencia.