«En Mauritania existe un código pastoral que establece que la propiedad que no está escriturada es de la familia que pastorea esas tierras. Sin embargo, un día llega una empresa que ve en este espacio un negocio redondo. Habla con el ministerio de desarrollo rural, realiza las gestiones necesarias y se inicia un proceso de reclamación de esa tierra mediante carteles o escritos... en francés o árabe, escondidos y sin publicidad, donde se especifica que los propietarios legítimos tiene un plazo determinado para reclamar. Si no lo hacen, el gobierno entiende que esas tierras son suyas y hará con ellas lo que corresponda. Así funciona y así es como los campesinos pierden lo que es suyo». De esta manera, y con este ejemplo, explica el presidente del Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (Cerai), Pedro Escriche, lo que está pasando en el mundo en los últimos 12 años en relación con el acceso a la tierra y a los recursos naturales.

De hecho, este es el tema de debate del Foro Mundial sobre el Acceso a la Tierra que concluyó ayer y estuvo organizado por Cerai y por la Asociación para la mejora de la gestión de la tierra, agua y recursos naturales (Agter), con la participación de más de 400 expertos de los cinco continentes.

Acumulación de tierra

El balance de la situación actual y de la evolución de la misma durante la última década es demoledor. «La situación global ha empeorado, provocando la expulsión de varios cientos de miles de personas de los lugares donde viven y de sus medios de subsistencia». Es más, la acumulación de la tierra en manos de multinacionales y grandes propietarios es cada vez mayor ya que «los fondos internacionales ven en la agricultura el negocio del futuro porque el aumento de población y el nivel de vida va a acarrear un aumento de la demanda alimentaria y del comercio».

Los datos no dejan lugar a dudas. Es más, solo en España, entre 1990 y 2007 las explotaciones agrarias de menos de 10 hectáreas han pasado de ser el 15% de la superficie agraria total al 9 %. A nivel mundial,y desde el año 2000, ha habido 62 millones de hectáreas que han pasado del campesino que trabaja la tierra a grandes empresas. Respecto a Valencia, el organizador del foro, Vicent Garcés, aseguró que es «una extraña combinación entre el mundo rural y el urbano» y que tal vez por eso «es capaz de entender conflictos como el del acceso a la tierra así como los grandes problemas de la humanidad».

El objetivo del foro mundial celebrado en Valencia era sacar a la luz la situación la lucha campesina y abrir el debate sobre las poblaciones rurales que se encuentran marginadas porque «existe una propuesta de directrices voluntarias, es decir, una serie de propuestas que los países firmaron de forma voluntaria pero que en la realidad no se están cumpliendo. Sin una convención internacional y sin sanciones que eviten la expulsión de los campesinos de sus tierras de forma drástica, la situación empeorará porque hemos visto que esa ha sido la evolución durante los últimos años».