Una imagen de la Virgen de los Desamparados estará durante seis meses en Irak. El sacerdote Ángel Briz, destinado allí como capellán castrense, llevará una imagen de la Geperudeta cuando viaje al país de Oriente Próximo a finales de mayo, junto a militares de la base de Marines.

La imagen que llevará de la patrona de Valencia es un bajorrelieve en el que se ve a la Geperudeta junto al Santo Cáliz. Según cuenta el capellán, se trata de un regalo de una familia de Zaragoza que estuvo en Valencia y ha decidido llevárselo por el gran número de integrantes valencianos de las tropas españolas que partirán a Irak.

Además de esto, a Briz también le hace especial ilusión ya que se considera un gran devoto de la Virgen de los Desamparados, «porque acoge a todo el mundo por igual y no deja a nadie», una filosofía que aplica a su labor.

Antes de partir, Briz „madrileño de 36 años„ pasa unos días en Valencia, en los que aprovecha para rezar y prepararse espiritualmente, como explica. El cura reconoce tener «mucho cariño a Valencia» ya que la base de Marines fue su primer destino, y además de la Geperudeta, también es seguidor y caballero del Santo Cáliz que se venera en Valencia, y de San Vicente Ferrer, «que no puede faltar».

Su estancia en Besmayah, a 40 kilómetros de Bagdad (Irak), una zona que califica de «tranquila», es su primera misión internacional y estará allí hasta noviembre.

«La gente con la que voy es buena y trabajadora, asegura el capellán que recalca a Levante-EMV que los militares son gente «muy buena, muy servicial, que vive con pasión su servicio a España» lo que, en su opinión, no siempre se reconoce.

Sobre su labor junto a ellos, el religioso asegura estar «para servir a todo el mundo, sin distinción», y sobre todo «escucharles mucho». «Se echa mucho de menos a las familias, las madres dejan a sus hijos... Siempre tienen añoranza», explica. No obstante, apunta que es un «sacrificio que se lleva con alegría».

Ángel Briz lleva cuatro años de cura y estuvo otros cuatro de seminarista. Era enfermero y confiesa que «se resistió un montón» cuando recibió «la llamada de Dios». «No quería ser cura porque había que estudiar», afirma, y tampoco le viene de familia. Decidió dedicarse a ello después de que ETA asesinara al agente de la Guardia Civil Raúl Centeno, en 2007, y por su amistad con el Padre Doñoro. Reconoce que en la Iglesia «hay ejemplos buenos y malos», y que en algunas ocasiones «el mensaje no lo anunciamos como debemos (...) y nos olvidamos de los demás».

No cree que el papa Francisco esté «renovando» la institución, ya que está marcando «el mismo camino que han mostrado todos los papas», asegura.