No es casual que Valencia vaya a acoger el próximo día 21 de mayo una cumbre neofascista europea a la que acudirá Edda Negri, la nieta de Mussolini, que acaba de escribir un libro que edulcora el funesto legado político del dictador retratándolo como un padre de familia ausente pero atento y un marido congruente a pesar de sus múltiples y conocidas infidelidades. Y es que, aunque no lo parezca, Valencia es uno de los focos de irradiación de la extrema derecha más activos de todo el estado español, al menos desde que José Luis Roberto fundara España 2000 hace casi quince años. No ha sido el único partido de inspiración totalitaria que se presentaba a los comicios y eso explica, en gran parte, la magra cosecha electoral que siempre han obtenido, que no ha ido mucho más allá de conseguir representantes aislados en municipios menores. Otro de los factores que explica su irrelevancia electoral es el marcado anacronismo de sus referentes ideológicos: en un país ya democráticamente asentado como el nuestro, figuras totémicas como Franco o Primo de Rivera no pasan de ser recuerdos trasnochados de un pasado obsoleto que poco pueden aportar al complejo escenario político actual. Eso nunca ha pasado en el resto de Europa: ni antes a Jörg Haider ni ahora a Alternativa por Alemania se les ha ocurrido nunca hacer bandera de Hitler ni se han propuesto rehabilitar la imaginería nacionalsocialista. Y lo mismo sucede en Finlandia, Grecia o Francia. Eso no quiere decir, obviamente, que dichos personajes no formen parte de la trastienda emocional de muchos de sus dirigentes y simpatizantes, pero nunca serán exhibidos públicamente ni tendrán ningún protagonismo institucional. Los fundamentos sobre los que la nueva extrema derecha europea asienta ahora su programa político comparten con el fascismo del siglo XX el componente xenófobo, ciertamente, pero el rostro de sus nuevos chivos expiatorios ya no es el de judíos o comunistas, sino el de los inmigrantes y los musulmanes. Muchas veces coinciden ambos extremos y el inmigrante es además musulmán. Pero otras veces„como ocurre en Francia o Inglaterra, antiguas potencias coloniales„ esos musulmanes comparten ciudadanía europea. Cosa que irrita sobremanera a esta nueva extrema derecha que persigue, en pleno siglo XXI, una fantasmática homogeneidad étnica y confesional. El mismo empeño, dicho sea de paso, que hace cinco siglos sólo consiguió que el continente se desangrara en cruentas guerras de religión o que la Península Ibérica desgarrara su tejido económico y social expulsando a judíos y musulmanes.

Pero nuestra tradicional inmunidad electoral al extremismo puede tener los días contados. Se acaba de constituir en España una federación de partidos de extrema derecha que, bajo el nombre de «Respeto», pretende aumentar significativamente el número de papeletas. No sólo eso: nuestros radicales han puesto además un especial cuidado en renovar su argumentario político, sirviéndose profusamente de las redes sociales y mejorando su escaparate con dirigente jóvenes y formados, como ya ocurre en el resto de Europa. Y es precisamente en medio de esa estrategia de aggiornamento doctrinal y mejora de la ornamentación electoral donde cabe situar esta cumbre que se celebrará en Valencia. Un acontecimiento que les conferirá una más que notable visibilidad internacional al compartir cartel con lo más notable de la gran familia neofascista europea.

Aquí en Valencia estará presente también la heredera de Mussolini, el fascista Roberto Fiore de Forza Nuova que ha viajado a otras ciudades españolas como Granada y miembros de la vieja guardia fascista española. Puede que la mayor parte de los electores se sienta muy alejada de este revival totalitarista y esté poco o nada dispuesta a confiarles su voto. Todavía. Pero no deja de ser cierto que la reorientación doctrinal de la extrema derecha española puede sintonizar con un estado de ánimo ciudadano que se manifiesta intermitentemente en quejas sobre el supuesto abuso de la sanidad por parte de los inmigrantes, en muestras de descontento porque consigan un trabajo que a ellos les falta o en un displicente desdén por la cuestión de los refugiados.

Y de ese estado de ánimo pretende aprovecharse nuestra remozada extrema derecha en unos próximos comicios a los que seguramente acudirá unida. Ya sólo necesitan foco mediático. Y eso es precisamente lo que les proporciona cumbres internacionales como ésta en la que la incitación al odio y cualquier otra soflama patriotera se esconderán oportunamente detrás de las melindrosas recreaciones de la vida marital y familiar del fundador de los fasci italiani di combattimento.