Xàbia siempre fue un pueblo de postal. Un pelín folclóricas eran aquellas que llevaban la leyenda de «amanecer de España». El lema era una trola. Pura propaganda del turismo de seiscientos de los años 60 y 70. El falso gancho turístico (Xàbia sí es el amanecer de la península) deslumbró a madrileños y vascos de posibles, que llegaron en tropel.

Las viejas postales saturadas de color pasaron a la historia. Llegó no hace tanto el nuevo turismo experiencial (experiencia de verdad era cruzar la Meseta en seiscientos) y ya nadie quería una foto, sino ver el paisaje con los propios ojos, sentirlo, pisarlo, sudarlo€

Pero antes Xàbia ya había descubierto el tirón de su turismo de balconing. Que nadie se asuste. No es saltar de un balcón a otro, sino buscar los balcones (miradores) que se asoman a un paisaje infinito. Porque Xàbia limita al este, por donde sale ese sol que ilumina este pueblo antes que ningún otro de la península, con un mar de color intenso en la costa que, donde alcanza la vista, se diluye y confunde con el azul del cielo.

Ya va para quince años que Xàbia apostó por los miradores. Fue un aldabonazo aquella sentencia de los años 90 del Supremo que resolvía un conflicto urbanístico en el acantilado de Ambolo. Los dueños del terreno querían construir. Pero los jueces consideraron que el interés general de disfrutar del paisaje estaba por encima del privado de levantar un chalé.

Entonces Xàbia se dio cuenta de que tenía un potosí en su paisaje. Con Josep Segarra, del Bloc, de concejal de Turismo, comenzó la apuesta por recuperar terrenos litorales y convertirlos en miradores. José Chulvi, del PSPV, en su época de concejal de Turismo, también lo vio clarísimo. Chulvi es ahora alcalde. Y cree en el paisaje.

Los primeros miradores de Els Molins o L´Illa, en el Portitxol, han marcado el camino, la ruta. La red de miradores, formada ahora por 15 enclaves, permite rescatar para uso público horizontes únicos, de postal.

Esta ruta se recorre más con los ojos que caminando. Es de mirar. Y reflexionar. Abarca de cabo a rabo los 25 kilómetros del litoral xabienc. El mirador situado más al norte es el dels Molins. El visitante se sorprende con los molinos (aquí hay once, nada menos), construcciones típicas de la arquitectura agrícola, y otea la planicie de Xàbia y su bahía. Miradores como los de la Punta de l´Arenal y la Séquia la Nòria revelan el pasado romano de Xàbia. Los del Portitxol y la Granadella se asoman a parajes vírgenes, de los últimos que se han salvado en la Comunitat de la vorágine urbanística. Desde la Falzia, Ambolo y el Cap de la Nau, se vislumbra una costa de vértigo. Las calas se abren entre acantilados tallados a hachazos.