­Para los amantes de la naturaleza hay un enclave ineludible en la Ribera: el paraje natural de la Murta. Situarse al inicio del emblemático centro paisajístico permite contar con diferentes posibilidades, por lo que se presenta como una opción privilegiada para los senderistas. El trayecto tradicional se abre en un recorrido central que finalizará en el Monestir de Santa María de la Murta, construido en los siglos XIV y XV por la orden de los Jerónimos. Según la literatura de Luis Arciniega García, a lo largo de su historia fue un importante emporio de cultura y espiritualidad y centro de peregrinaje de la realeza, la aristocracia y de influyentes personajes religiosos. Visitar hoy los restos permite a los senderistas pisar la historia, sentir su piel, divagar sobre los acontecimientos pretéritos que configuraron el presente de la capital de la Ribera Alta. El nuevo cenobio nació bajo la protección del importante Monasterio de San Jerónimo de Cotalba, cuyo prior, Fray Domingo Lloret, y un grupo de monjes fueron enviados a Alzira en 1401. Su estilo arquitectónico se enmarcará dentro del gótico valenciano y en esta primera etapa, en el año 1410, el monasterio recibió la visita de San Vicente Ferrer. La construcción de la iglesia se estima a mediados del siglo XV, momento en el que comenzaron a sucederse las donaciones. La autoría de la obra inicial está atribuida a Jaime Gallent, maestro de obras de la ciudad de Valencia. En 1835, a raíz de la desamortización de Mendizábal, el monasterio fue clausurado. Contaba en ese momento con once monjes.

En 1838 pasó a manos privadas, iniciándose un proceso de abandono y expoliación de sus bienes hasta su total ruina. El conjunto histórico-arquitectónico fue declarado Bien de Interés Cultural y en él sobresalen la Casa Señorial (en cuyo interior se encuentra un jardín romántico y la Capilla de la Virgen), el conjunto de acueducto y balsas, y un nevero.

Es el primer destino, quizá el ineludible si sólo se tiene una ocasión para visitar la Murta. Pero lo más seguro es que se vuelva, así que las posibilidades se multiplican. A la parte derecha del paraje se abre la senda botánica que bordea el valle y ofrece vistas privilegiadas. Se desarrollan unas formaciones vegetales con un alto grado de madurez, con la presencia de fresnos de flor, carrascas, espino albar, bosquetes de laureles, madroños, durillos y mirtos (también llamados murtas). Por su parte, tras el Monestir se puede visitar la Creu del Cardenal, aunque ya se requiere de una mayor preparación física porque se ha de ascender por sendas. El firme es pista de tierra y senda, con un desnivel acumulado de subida de 370 metros y una duración de 3,5 horas. No es excesivamente complicada y lo pueden realizar niños desde los diez años.

El recorrido que accede al Cavall Bernat, por último, es el más exigente, con una dureza media y algunas zonas en las que las pendientes obligan a poner en práctica ciertas dotes de escalada. Es por ello que no es la más recomendable para realizar en familia, siempre y cuando no se quiera empezar a retroceder sin acabar la etapa. En total, desde la zona baja situada en el párking de la Murta, supone un recorrido de unos 10,5 kilómetros y se puede completar en 4,5 horas, con un desnivel positivo acumulado de 451 metros.