La crisis pinchó la burbuja que había servido como efecto llamada y muchos inmigrantes tuvieron que huir de la Comunitat Valenciana en los últimos años. Eldorado se había esfumado. Pero los chinos no. Siguen viniendo sin parar. Mientras que en el último lustro la población extranjera en las comarcas valencianas bajó de 880.00 a 801.000 personas, la colonia china asentada en la Comunitat Valenciana ha crecido de 15.664 a 20.302. Sigue en aumento la presencia china. Y ya ha doblado su implantación en apenas una década: eran 11.000 en 2006 y ya pasan de los 20.000.

Es indudable que ha influido un factor que caracteriza a la emigración china: no son trabajadores asalariados, sino emprendedores. Empresarios con negocio propio. Primero fueron los restaurantes. Luego los bazares. Después empezaron a adquirir bares españoles. Hoy ya atienden comercios enfocados o dirigidos a los españoles. Como las tiendas de accesorios para teléfonos móvil, por ejemplo. También para dar servicio a la propia comunidad asiática, cada vez más nutrida.

Antonio Liu Yang, abogado, formador intercultural y consultor en negocios con China, sabe de lo que habla cuando explica que la integración de la comunidad china afincada en la terreta está creciendo, pero que aún perviven pequeños tics o problemas enquistados. Por ejemplo, el bullying. Antonio llegó a España en 1990 con diez años. Hoy tiene 36 y advierte de que muchos niños de origen chino «siguen sufriendo bullying o acoso escolar en clase, el insulto fácil por ser diferentes». En cambio, él destaca el gran amor familiar que reciben en el caso de los niños chinos adoptados por familias valencianas (la mayoría niñas).

Desde 1998, el número de chinas adoptadas supera las 1.500 en la Comunitat Valenciana. Aquellas primeras niñas que llegaron (en gran medida por el impacto social de un documental que reflejaba los malos tratos en orfanatos chinos) se han hecho mayores. Ya son adolescentes y muchas están a punto de votar y empezar la universidad. Los problemas de la infancia ya los han superado. Se las puede ver, tan valencianas como cualquiera, en un desfile de falleras o en cualquier noche de fiesta en los pubs nocturnos de las ciudades valencianas junto a sus amigos. Solo los rasgos, occidentales o asiáticos, los distinguen. Son iguales, se han criado igual, tienen el mismo horizonte vital.

Antonio Liu Yang destaca que la muralla que separaba a chinos de españoles se va abriendo de manera progresiva. «El turismo chino tiene ya una penetración considerable, con un aumento superior al 30 % de las pernoctaciones. Se están abriendo pastelerías o casas de té, más allá de los establecimientos tradicionales. El Chinatown de Valencia está creciendo», subraya.

Tal vez hace falta, dice, que los ciudadanos chinos se integren más en las empresas valencianas. Que sean unos trabajadores más, como han hecho tantos otros colectivos extranjeros en sectores muy diversos. Hay algunos casos, todavía pocos, de chinos en esta situación. «Su valor añadido es, sobre todo, el conocimiento del idioma chino, muy útil para los negocios con el gigante asiático. Pero para que sean atractivos, las empresas valencianas que los pueden contratar han de querer expandirse y hacer negocios con China», explica. Dijo Laozi que el viaje más largo comienza con un paso. Contratar a un chino puede serlo para llegar al Imperio del Centro.