Política viene del griego: «polis», ciudad, y «techné», técnica, y se podría traducir como «el arte de vivir en ciudad, en sociedad». Sin embargo, según un estudio de la Universitat de València (UV), la política se ha convertido en algo más parecido a vivir en la jungla y en la competición por la supervivencia. Algo que se destila en literatura, cine y televisión pero que, por primera vez, cuenta una medición y base científica.

«Nuestra intención fue medir los cambios de testosterona y cortisol. Queríamos calcular una verdadera lucha por el poder. Evaluamos los mecanismos hormonales que se generan con los juegos de tronos», cuenta Roger Muñoz, doctor del departamento de Psicología Básica de la Facultat de Psicologia de la UV que ha realizado el proyecto junto con la doctora Marien Gadea, del departamento de Psicobiología, y al doctor David Gallardo, del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Barcelona. Para ello, el pasado 24 de mayo de 2015, jornada en la que estaban en liza los gobiernos autonómicos y locales, los autores realizaron un experimento con políticos reales. Les tomaron muestras de saliva para mesurar el nivel de estas hormonas: la testosterona, relacionada con la dominancia y la competitividad, y el cortisol, la del estrés.

Debido a las cláusulas legales del estudio, que está en proceso de publicación, no se permite revelar la identidad de los políticos que se sometieron a esta prueba ni dónde se realizó. Así que es necesaria una breve explicación para situar al lector. Participaron tres partidos. Dos de ellos ya tenían representación institucional antes de los comicios, el tercero era una fuerza emergente. Se obtuvieron tres tomas. En la primera, antes de conocerse los resultados, la formación A (que en ese momento contaba con más representación y después aún ganó más), tenía la testosterona más alta que el resto. Partía de una posición ganadora, de supremacía. En el momento del resultado se realizó la segunda muestra: a los tres les bajó esta hormona. No habían conseguido sus objetivos.

Unos 30-40 minutos después se les practicó otro test: el partido A mantuvo sus niveles de testosterona estables, mientras que B y C los aumentaron. Habían perdido, lo que en personas corrientes se traduciría en un descenso de estos niveles, por la decepción, pero los políticos no son gente corriente. Habían segregado más. «Se estaban adaptando a la pérdida y preparándose para volver a luchar», explica Muñoz.

La hormona de la competitividad

Porque así es como conciben su trabajo, como un contexto de competición y pelea. «La testosterona es necesaria en este campo. Quien no tiene, no aguanta. Pero tiene un lado oscuro... demasiada testosterona lleva a la competitividad. Hay estudios que señalan que incluso a la corrupción. A más testosterona, más conductas antisociales», apunta Muñoz. De manera más coloquial, la testosterona se relaciona también con el egoísmo.

Es por eso que el investigador apunta a que «la política, tal como está concebida a día de hoy, no es sana». Los representantes que «aguantan, son los que tienen perfiles más duros. No se trata de ser más o menos honesto, o ser más o menos buena persona. No hay que ser reduccionistas. Pero está claro que el egoísmo y la dominancia se alejan de la empatía y la generosidad, cualidades que deberían tener los gestores de lo público, más allá de cualquier ideología», sostiene el psicólogo.

Feminización de la política

Y en plena época de movimientos internos, con Ciudadanos, Partido Popular y Podemos celebrando sus respectivos congresos estas semanas, se habla de la feminización de la política. También se hizo durante el proceso para formar gobierno. «Sobra testosterona. Hacen falta más mujeres», dicen unos y otros, según la hemeroteca.

Pero el estudio ofrece datos para el debate. ¿Más mujeres o menos testosterona? -O quizá ambas-. No siempre es lo mismo, ya que las políticas que participaron en el estudio mostraban una relación hormonal semejante a la de sus compañeros hombres. «Más bien se debería hablar de qué tipo de hombres y mujeres queremos al frente de los partidos. Nada cambia si se incluyen más mujeres pero se adaptan a las mismas dinámicas y conductas 'testorenosas'. Igual con los hombres», expone Muñoz.

La respuesta sería la oxitocina, la hormona de la generosidad y la empatía. Mujeres y hombres la crean y ayuda a tomar decisiones con perspectiva. «Lo que dice la neurociencia es que las emociones son vitales para las decisiones. No se pueden eliminar de la ecuación», concluye Muñoz.