La cosa iba de recuperar la política. O la democracia, porque habría que precisar qué está en crisis: la primera o la segunda. Según el filósofo (también diputado socialista) Manuel Cruz, sería esta última, porque de la cosa pública (cercana o lejana, léase Trump) «habla todo el mundo».

Pero a lo que íbamos, ¿cómo se recuperan una u otra? Según Ignacio Urquizu, sociólogo (y también diputado), la fórmula es «que las instituciones hagan leyes, medidas, presupuestos y que las cosas cambien». Eso y menos espectáculo y banalización en forma de debates o consultas continuas. «La Sexta Noche no es política», ejemplificó más adelante. «Nos centramos en el debate político y no en las políticas», autocríticó. «Recuperar la política es recuperar las instituciones». La sentencia final.

El diálogo -largo, sereno, interesante- entre los intelectuales del PSOE fue el primero de los cuatro que los socialistas valencianos organizan este fin de semana en una convención de ideas para reubicar la socialdemocracia.

Una de las ideas que Cruz dejó en el aire es el dominio en la política actual del «antagonismo». «El consenso tiene poco interés, nos atrae la política como confrontación», afirmó el filósofo catalán a modo de invitación hacia el camino contrario.

En primera fila del auditorio, la plana mayor del PSPV, con Ximo Puig en el centro, flanqueado por José Muñoz (el hombre en la gestora de Ferraz) y Blanca Marín, la coordinadora del documento base de la convención.

Más allá del diagnóstico, pisando el suelo menos estable de las propuestas, Urquizu -uno de los socialistas más próximos a Puig- alentó a «sentir empatía por los enfadados», porque «a lo mejor no se ha hecho todo bien». Animó a «proyectar el país de futuro», que es lo mismo que ofrecer respuestas. ¿Cuáles? «Un estado de más calidad, una democracia con cero corrupción, un sistema económico más moderno y una Europa más social». Ese menú sugirió para captar a los «huérfanos» de política atraídos por Podemos.

Llamada al optimismo

El sociólogo propuso también optimismo, porque una sociedad en la que cada vez más gente estudia solo puede ser mejor. Eso dijo sin citar manual alguno de autoayuda. Y señaló al «cesarismo, el clientelismo y el electoralismo» como las debilidades de la democracia, un régimen sabidamente imperfecto en el que el más peligroso no es el no demócrata, sino «el que lo utiliza para comportamientos no democráticos».

Los mecanismos de defensa pasan por no solo elegir al poder, sino «controlarlo y saber repartirlo». Esa es la teoría, que suena bien. La práctica siempre está llena de trampas.