El teléfono del Centro de Transfusión de València comunica y comunica. Al fin la telefonista responde: «Es que estamos desbordados: no para de llamar gente». Es la consecuencia directa del fallecimiento el pasado sábado de Pablo Ráez, el joven marbellí de 20 años enfermo de leucemia que consiguió disparar las donaciones de médula tras una campaña en las redes sociales que se hizo viral el pasado verano. Desde el trágico desenlace de la enfermedad de Pablo, cuyo cuerpo no admitió bien un trasplante realizado en noviembre, las personas interesadas en ser donantes de médula ósea en la Comunitat Valenciana se han disparado.

En estos tres días, según datos del centro, las llamadas de solicitantes para entrar en el registro de donantes de médula ósea se han cuadruplicado. Los correos electrónicos se han multiplicado por diez. La sala de donantes y extracción del centro está llena estos días. El boom, tal vez el mejor homenaje al atleta de la sonrisa en la boca y la fuerza en el corazón, ha sido descomunal.

María Dolores Planelles, coordinadora del Plan Nacional de Médula Ósea en la Comunitat Valenciana, subraya el gran interés que están registrando. No solo en llamadas y correos para informarse. El caso de Pablo Ráez ha disparado también sus registros, como ha ocurrido en otros puntos de España. En 2015 se incorporaron al registro de donantes de médula ósea 3.621 valencianos. En 2016 fueron casi el doble: 6.060. La razón fue el «efecto Pablo». Un dato lo revela: de enero a agosto, la media mensual era de unos 275 voluntarios nuevos al mes. En cambio, tras conocerse en agosto el caso del joven malagueño, se produjo una avalancha de donantes valencianos: 1.349 en septiembre, 1.102 en octubre, etc.

El caso de Pablo, dice la doctora Planelles, «ha servido para que una gran cantidad de población que desconocía los trasplantes de médula sepa ahora que puede ayudar con la donación. Ahora es rara la persona que desconoce que muchos enfermos pueden salvar la vida gracias a una donación de médula», apunta.

La cara oculta del «boom»

Pero hay una cara B a toda esta ola de solidaridad. La avalancha actual, por la experiencia que tienen en el centro, no se traduce necesariamente en un incremento de los donantes reales cuando llega la hora de realizar la donación de médula. «En La Fe, los cinco últimos donantes seleccionados de médula ósea se han echado atrás», apunta María Dolores Planelles.

Lo que suele pasar es fácil de resumir. Una persona ve en los medios de comunicación o por las redes sociales un caso que le llega hondo. Que le rasga las entrañas y lo empuja a actuar. Así toma la decisión de hacerse donante de médula ósea. Se informa, acude al centro de transfusión, recibe la información correspondiente y dona una muestra de sangre para que su perfil genético pase a formar parte del Registro de Donantes de Médula Ósea (Redmo). En se momento se convierte en donante en potencia.

Luego pueden pasar seis meses, dos años o siete años hasta que llega la hora de la verdad: un día le avisan de que hay un paciente en el registro que podría ser compatible con su médula. Debe hacerse una segunda extracción de sangre para confirmar la compatibilidad genética. Si todo va bien, después debe ingresar en el hospital, entrar en el quirófano, someterse a una anestesia general y que le intervengan: se le realizan cientos de punciones (pinchazos) en el hueso ilíaco de la cadera para aspirar parte de la médula con el donante bajo anestesia. Pasará al menos 24 horas ingresado y, como efecto secundario de la intervención, tendrá las consecuencias propias de una anestesia general y, quizá, cierto dolor en las caderas durante un par de días, que se paliará con analgésicos. Eso es la donación de médula, y no el tubo de sangre que uno da con toda su buena voluntad tras verse impelido por una noticia y su posterior inscripción en un registro de donantes.

Ayudar sin importar a quién

Más todavía: si la decisión se tomó en su día más con el estómago que con el cerebro, y además pensando en una persona concreta a la que no irá destinada esa médula, sino que a lo mejor va a un receptor de Australia, es cuando surge la deserción de muchos donantes en potencia. «Por eso es un error tener en la mente o en el corazón a una persona en concreta a la hora de hacerse donante. Has de saber que es un acto de altruismo que va a ayudar a otra persona, no importa quién sea», explica la coordinadora del Plan Nacional de Médula Ósea en la Comunitat Valenciana.

Con todas las prevenciones a las que obliga la experiencia, conviene ser cautos. El centro de transfusión se alegra del aumento de llamadas para ser donante. Y da las gracias a Pablo Ráez por la divulgación que ha permitido su lucha.