El jurado no lo tuvo ayer nada fácil. Debían elegir el proyecto ganador del concurso Pequeños Grandes Inventos que cada año organiza la Universitat Politècnica de València (UPV) en colaboración con el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales. La final se celebró ayer entre los seis proyectos finalistas, elaborados por alumnos de ESO, Bachillerato y Ciclos Formativos de la Comunitat Valenciana. Es decir, los pequeños genios tienen entre 14 y 17 años y dejaron al jurado y a los asistentes sorprendidos. Y es que cada año hay más nivel.

Los seis proyectos finalistas resuelven problemas cotidianos -como una chaqueta inteligente para ciclistas que transforma las señales realizadas con el brazo en señales luminosas; o un exoesqueleto motorizado, que da mayor independencia y movilidad a las personas con discapacidad- y también de la Administración -como una máquina de votos que evita fraudes, elimina los sobres y las papelestas y supone un ahorro económico y una mejora medioambiental; o un microsatélite que permite realizar estudios sobre la calidad del aire, pasando por inventos que pueden suponer un antes y un después para las empresas, como un teclado que genera energía mediante el uso del propio teclado o un vehículo eléctrico de alta velocidad que podría suponer toda una revolución.

El jefe del gabinete del rector, Juan Miguel Martínez Rubio, explicó ayer a Levante-EMV que el jurado premia que los proyectos «aporten soluciones a problemas cotidianos, que sean de bajo coste y que estén bien desarrollados».

Tras la presentación de los seis proyectos finalistas, el jurado decidió otorgar dos primeros premios, uno concedido por la Universitat Politècnica y otro por el Colegio Oficial de Ingenieros.

Problemas reales

Así, el primer premio fue para los creadores de la chaqueta inteligente para ciclismo, un invento elaborado por dos jóvenes de 16 y 17 años (Mark Andrés y Aníbal Oreja), estudiantes de Formación Profesional Básica de Informática del colegio Salesianos Juan XXIII de Alcoi. «La chaqueta, además de transformar las indicaciones de giro realizadas con el brazo en señales luminososas mediante dos liras LED, transmiten una señal al móvil cuando hay una caída que avisa directamente al servicio de Emergencias», explicaron los jóvenes.

El otro primer premio fue para los creadores de un exoesqueleto motorizado -Álvaro Pérez, Rafa Pérez (de tan solo 13 años), Juan Medeiros y Nuria Alberola- que han conseguido elaborar un aparato por 1.800 euros, que cuesta, en la actualidad, entre 40.000 y 80.000 dólares. «El colectivo de personas con discapacidad solo puede mejorar su movilidad con aparatos que cuestan mucho dinero y eso no es justo. Nuestro exoesqueleto es económico y funciona», explicaron.