De hacer cirugía experimental con perros a liderar las estadísticas españolas en trasplantes cardiacos y, todo, en solo tres décadas. Extrabajadores y pacientes trasplantados se dieron cita ayer en el Hospital La Fe para rememorar los 30 años que han pasado desde que el 16 de noviembre de 1987 el equipo de los doctores José María Caffarena y José Manuel Maroñas completaran el primer trasplante de corazón del hospital y también de la Comunitat Valenciana.

"Gracias" fue la palabra que más se escuchó durante las jornadas, sobre todo por parte de los pacientes que, tras recibir un corazón, han tenido acceso a una segunda vida. Estrella fue la primera trasplantada valenciana aquel día de noviembre de hace 30 años. Madre de dos hijos pequeños, sobrevivió a la operación ocho años. En su nombre, y como uno de los trasplantados más antiguos de la C. Valenciana participó en estas jornadas -organizadas por el centro y la Asociación Valenciana de Trasplantados de Corazón (Avatcor)- Héctor Iborra, a quien un donante le cambió la vida hace ya 27 años.

"Una nueva oportunidad para hacer vida normal con un corazón que no era el mío pero que me ha permitido trabajar, vivir y hacer deporte todos estos años", aseguró. Junto a él, y emocionando al auditorio intervino también Emilio José Casas, que pasó por el trance hace dos años y Begoña Puertos, una de las trasplantadas más recientes: fue intervenida el pasado 2 de octubre y ayer estuvo en La Fe para dar gracias a todo el personal "mis superhéroes y superheroínas» y directamente a su donante: "Siempre te llevaré en tu corazón".

"Corazón de perro a perro"

Junto a ellos, los artífices de que aquella fecha se convirtiera en un comienzo. Desde entonces 835 personas han recibido un corazón nuevo en La Fe, 33 solo este año superando la cifra de intervenciones del año pasado (29). El cirujano José María Caffarena recordó que tras la primera negativa de la dirección -"cuando la cosa era de subir el prestigio, cambió"- pudo empezar a hacer intervenciones experimentales "de perro a perro y en la parte técnica no hubo problema". Tras diversos viajes a Chicago y a Madrid, Caffarena logró implantar los protocolos necesarios para empezar a realizar los trasplantes en La Fe y llegó el día: 16 de noviembre de 1987 y una paciente, Estrella. "Alguien se enteró y el mirador del quirófano se llenó de periodistas", recordó ayer entre risas.

Junto a él, José Luis Vicente, anestesista en aquella operación recordó las risas de la paciente al ver habitaciones enteras forradas de sábanas verdes - "nos preocupaban mucho las infecciones"- y sus lágrimas al segundo día cuando se dio cuenta "de que alguien había muerto para que ella tuviera su corazón. Le dije que el donante había fallecido igual y que su familia, en un acto de generosidad, había permitido la donación" porque, como se volvió a recordar ayer, "sin donante no hay trasplante".