La madre de Ángela tiene 82 años y el martes por la mañana se sentía molesta, de modo que su hija la acompañó al ambulatorio de Paiporta. La médica que les atendió detectó unos hongos que había y consideró que lo más conveniente sería extirparlos. Llamó al Hospital General de València y preguntó si habría un otorrino de guardia el martes por la tarde. Le dijeron que sí, de modo que rellenó un volante y derivó a la paciente a la capital.

«A las tres de la tarde ya estábamos en el Hospital General», explicó Ángela ayer. Madre e hija llegaron a Urgencias saturadas, los responsables de la recepción de los pacientes tomaron nota del volante que certificaba el tratamiento recomendado y las invitaron a sentarse en la sala de espera.

Pasó la tarde. Llegó la noche. Salió la luna. A las once y media de la noche, ocho horas y media después de haber sido recibidas, Ángela se acercó al mostrador a pedir alguna explicación. «Lo siento, pero el otorrino no está», fue la respuesta.

Ángela está indignada. «¿Usted cree que se le puede hacer eso a una mujer de 82 años? Pero si la doctora del ambulatorio había llamado. Quiero poner una denuncia, una queja». Su hermana le replicó: «Una bomba es lo que deberías poner».

Ayer por la mañana, Ángela acompañó a su madre a la clínica del doctor Matoses a dos calles de su casa, donde, «cincuenta euros mediante», le extirparon los hongos. El diagnóstico de la médico de cabecera en el ambulatorio de Paiporta era correcto. La madre de Ángela ya se encuentra mucho mejor.