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El protagonismo es de las víctimas

Los familiares de los asesinados por ETA reclaman mayor visibilidad en el final de la banda terrorista Puig se reúne con las asociaciones porque el recuerdo y la memoria forman parte de la reparación integral de los que han padecido el terror

Las asociaciones de víctimas del terrorismo se reunieron esta semana con el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y con la consellera Gabriela Bravo. levante-emv

El punto y final de la banda terrorista ETA que durante más de medio siglo tiñó de sangre el territorio nacional dejando un reguero de 860 muertos y unos 15.000 heridos en los más de 3.500 atentados perpetrados en el país -nueve de estas víctimas mortales en la Comunitat Valenciana- no podía quedar en manos de los autores de la barbarie, sino en boca de aquellos que sufrieron en sus carnes el dolor físico y la pérdida de un ser querido. «Durante estos últimos días parece que los protagonistas son ellos y no es así, lo son los niños que mataron, los guardias civiles que asesinaron y todos los inocentes a los que les arrebataron sus vidas», defiende con rotundidad Miguel Ángel Alambiaga, delegado de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en València y uno de los supervivientes de la mayor bomba usada por ETA (500 kilos de amonal y trilita) en el atentado contra la casa cuartel de la localidad alavesa de Llodio el 26 de junio de 1989.

A lo largo de estas semanas, desde que la banda terrorista, sin fuerza alguna por la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, emitiera un comunicado en el que mostraba su particular visión de pedir perdón y anunciaba su disolución, Levante-EMV ha querido dar un altavoz a las víctimas valencianas del terror, quienes en otra época escondían su dolor. Así lo recuerda Adela Puig a sus 74 años: «He llorado tanto que me he quedado sin lágrimas. Antes todo se solucionaba llorando y agachando la cabeza». Perdió a su único hermano, guardia civil castellonense destinado en Navarra, el 16 de mayo de 1980 a solo un mes de regresar a casa. Francisco Puig, de 31 años y soltero, estaba cenando tranquilamente con un compañero en un bar de Goizueta cuando fueron asesinados.

Su hermana se enteró por televisión al escuchar el nombre del municipio. Confiesa que aún sigue estremeciéndose cuando lee las historias de relatos de plomo, «de niños jugando en el cuartel cuando de repente explota una bomba y se hace el silencio».

Respecto de las ayudas a las víctimas, aunque reconoce que su visibilidad ha mejorado con los años, lamenta que desde que su padre falleció las ayudas se fueron con él. «Es como si los hermanos no tuviéramos derechos, solo padres, hijos y esposa, y mi hermano estaba solo», recuerda Adela.

Para que las demandas de las víctimas no caigan en saco roto y su mensaje de «memoria, dignidad y Justicia» no quede ahogado por los comunicados y puestas en escena de los que durante años únicamente se limitaron a matar y sembrar el terror, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, mantuvo esta semana una reunión con las asociaciones de víctimas del terrorismo de ETA. «El reconocimiento de las víctimas es fundamental, deben de estar en el corazón del futuro de la sociedad valenciana», remarcó Puig en dicho encuentro en el Palau de la Generalitat, en la que también participó la consellera de Justicia, Administración Pública, Reformas Democráticas y Libertades Públicas, Gabriela Bravo.

Desde la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) se mostraron agradecidos por la oportunidad de darles voz ante la sesgada visión que «a bombo y platillo y a nivel internacional» están dando precisamente los asesinos. «Nos inquieta mucho que con su discurso estén intentando hacer cambiar a la opinión pública y traten de ocultar sus asesinatos con la palabra conflicto», reconoce Alambiaga.

La importancia de hacer memoria

Fruto de este deseo de que la memoria de las víctimas no quede sepultada por sus verdugos, se plantearon varios proyectos para hacer llegar a los más jóvenes, los que no vivieron los años de plomo y terror, «el verdadero relato de lo sucedido». De esta forma, se va a crear una mesa de trabajo para que las víctimas acudan a dar charlas a los colegios. Además se ha hecho un vídeo, realizado bajo la supervisión de psicólogos, evitando imágenes demasiado duras, «porque es importante hacerles ver a esos chiquillos que ETA ha estado asesinando a personas para que la historia no se repita», explican desde la AVT.

La Asociación de Amigos de la Fundación Manuel Broseta lleva ya cuatro años dando charlas a alumnos de primero y segundo de Bachiller en centros privados y concertados. Ahora, tras la reunión de esta semana, esperan que se amplie a centros públicos. «La memoria de las víctimas debe ser conocida por todos, en los libros de bachiller apenas se nombra un par de veces al terrorismo de ETA y es una parte importante de la historia de este país», argumenta Carlos Casañ, hermano del delegado de la empresa Ferrovial asesinado a tiros en las oficinas de València el 4 de marzo de 1991.

José Edmundo Casañ, de 42 años y con tres hijos -de ocho, cuatro y una niña de apenas catorce meses- fue asesinado por unos pistoleros de la banda terrorista como forma de presión para la paralización de la autovía que la empresa para la que trabajaba estaba construyendo en Leizarán. Así actuaban este tipo de asesinos, quienes únicamente se han dignado a pedir perdón por una parte de sus crímenes, haciendo distinción entre lo que ellos consideran «víctimas inocentes» y aquellas que «participaron en el conflicto». Realmente Casañ no sabe en que grupo enmarcarían a su hermano, pero eso es lo de menos. «Que pidan perdón o no me da igual, no me sirve de nada, mi hermano lleva 27 años muerto y uno de sus asesinos ya está en la calle», lamenta recordando que Urrusolo Sistiaga apenas cumplió 19 de los 400 años a los que fue condenado.

Todas las víctimas coinciden en una cosa. No era el final que esperaban de ETA. Tanto la presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), Consuelo Ordóñez, como la Fundación Profesor Manuel Broseta y la Asociación de Víctimas del Terrorismo exigen que los etarras que todavía están libres sean detenidos y colaboren activamente en la resolución de los 349 crímenes que todavía están por esclarecer. «La última foto tendría que ser la de Josu Ternera detenido junto a todos los etarras que están en paradero desconocido», reclama Alambiaga. Ante la ausencia de esa instantánea, es la imagen de las víctimas la que pone fin a medio siglo de «muertes estúpidas» de las que ningún rédito sacaron sus asesinos.

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