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El director alemán Christian Thielemann, sin duda alguna la estrella ascendente del festival de Bayreuth, dedicado a representar las óperas de Richard Wagner y fundado por el compositor en 1876, cerró el martes su decimosegunda edición de El anillo del nibelungo en la Verde Colina. Son con ello cuatro años consecutivos de dirigir tres veces cada uno de ellos el magno conjunto de un prólogo y cuatro jornadas que forma la obra más gigantesca e importante de Wagner: unas 15 horas de música. Thielemann lo ha hecho desde 2006, en que se estrenó con la entonces nueva producción escénica de Tankred Dorst con una visión minuciosa, delicada y precisa del tejido orquestal, que ha sido premiada invariablemente con incondicionales y ruidosas ovaciones de un público entregado. Este Anillo de Thielemann-Dorst presumiblemente seguirá en cartel, en el Bayreuth ahora dirigido por las hermanas Katharina y Eva Wagner, dos años más, hasta 2011. Hay anunciada una nueva producción para 2013, todavía sin responsables definidos, y la tradición de Bayreuth manda que el año anterior al estreno de un nuevo Anillo no se represente la esta obra.

Sin embargo la brillantez orquestal y la aprobación con que el público viene acogiendo la poco genial pero muy efectiva escenografía no oculta las graves carencias en las voces, algunas de ellas principales, que presenta el ciclo de Bayreuth. El anterior Siegfried del estadounidense Stephen Gould ha sido sustituido este año por el alemán Christian Franz. Si aquel acusaba cansancio y problemas en los agudos, este ofrece un vibrato descontrolado, afinación dudosa y un exceso de tosquedad en la manera de cantar. Otro tenor, Endrik Wottrich, que desde 2006 encarna a Siegmund, ha superado su rotundo fracaso de aquel año en los sucesivos, pero no pasa la prueba con holgura. Y tampoco el alemán Wolfganf Schmidt, que fue flojo Siegfried en la antigua producción de Jürgen Flimm, dirigida en lo musical por Giuseppe Sinopoli y luego por Adam Fischer tras la muerte de aquel, logra un Mime redondo. Por su parte, la estadounidense Linda Watson ofrece una Brünnhilde pletórica de medios vocales, aunque lamentablemente muy poco fina en la expresión.

Pero en una obra con tantos personajes importantes hay otras muchas interpretaciones vocales muy notables e incluso brillantes. Por ejemplo la muy bella encarnación de Sieglinde que hace la holandesa Eva-Maria Wesbroeck, los magníficos Fasolt y Hunding del coreano Kwangchul Youn, el muy redondo Wotan del alemán Albert Dohmen, el incisivo Alberich del británico Andrew Shore o el espléndido y malvado Hagen del alemán Hans-Peter König, entre otros muchos. Tal parece que la crisis de voces wagnerianas tan reiteradamente lamentada se centra especialmente en los tenores. Pero no debemos olvidar que el muy reciente Anillo representado en el Palau de les Arts de Valencia registró mejores resultados vocales de conjunto, si bien parece ser bastante más oneroso desde el punto de vista económico que el de Bayreuth, sujeto a la tradicional austeridad de un festival al que se acude (no solo el público, también los artistas) más por fe wagneriana que por otra cosa.

Por lo demás, la quinta representación de este año de Tristán e Isolda, con producción de Christoph Marthaler y dirección musical de Peter Scneider cerrará la primera edición de la nueva era del festival, una vez que el casi nonagenario Wolfgang, nieto de Wagner, dejó el año pasado la dirección para cederla a sus hijas. Este año, 98.ª edición del festival, los cambios se han visto más en la forma (nuevo diseño de programas, página web, cambios en el vestuario de las acomodadoras, retransmisiones por internet, etc.) que en el fondo. Al parecer nada fundamental va a cambiar en el festival que Wagner ideó para representar sus obras, a la vista de las próximas producciones anunciadas: Lohengrin en 2010, Tannhäuser en 2011, El holandés errante en 2012, El anillo del nibelungo en 2013 y Tristán e Isolda en 2015. Pero no deja de ser preocupante, lo que revela el virulento rechazo del público a la producción de Los maestros cantores de Núremberg firmada por Katharina Wagner, representada este año por tercera vez: la tergiversación del mensaje de la obra.

Por el momento, sin embargo, nada de lo fundamental ha cambiado en Bayreuth. Los solicitantes de entradas este año fueron 438.136, de los que solo 53.900 las obtuvieron. Pero, como el propio Wagner refiere, ni los dioses están a salvo de caer en el crepúsculo infinito. O de sufrir lo que Wotan teme premonitoriamente: "Das Ende" ("el fin").