Los ritmos del Agua (Aman) son inescrutables. Si el desnivel es poco, su sinfonía puede acoplarse a una música de Albinoni y a la de Bach, a una corriente melancólica y afectiva, y hasta realizar viajes celestiales. Si el desnivel es grande, su fuerza puede ser tremenda, puede alcanzar la cadencia mediterránea (músicas de Armenia, Turquía, Egipto, etc.). Entre estas dos esferas (lo esotérico y lo terrenal) se enmarca este trabajo del Ballet de Teatres de la Generalitat estrenado en 2004, y que ahora renace con renovados bríos. Esta coreografía, de quién fuera primer bailarín de la Compañía Nacional de Danza, Patrick de Bana, no alcanza un grado especial de originalidad, pero sí de notabilísima buena letra. Cristalina. Además de algunas huellas del hilo argumental, cuya base es el mito griego sobre Penélope y Ulises, y su altura, un viaje hacia la reencarnación eterna, redescubro que una las claves de la conexión con la coreográfica no es sólo el condimento técnico y virtuosismo, o el ingenio para hilvanar movimientos, sino la corriente interna.

En sí, De Bana, con este trabajo, con el que homenajea a sus ancestros, subyuga el escenario y sabe dibujar, crear con las pausas un intenso clima emotivo. Ritual. Impecable regularidad. Magnífico el intenso diálogo, cuerpo a cuerpo, en especial el mantenido por las tres bailarinas de blanco. Sinuosidad precisa, movimientos claros. Una luz tamizada y cálida (N. Fitschel), y el vestuario de Carlos Haro (toque oriental, y tonos berenjena, que vienen a simbolizar un mar nocturno), ayudan a encender a un cuerpo de baile aderezado con una sólida preparación y una intensa personalidad escénica. Ello les permite la interiorización (inhalación lírica), pero también el aluvión de movimientos ante la torrentera sonora. Un baile con potencia física que nunca abdica de la delicadeza técnica, la elegancia.

Aman renace y ensancha sus posibilidades, sus pulmones expresivos. Porque el coreógrafo le ha dado respiración renovada, sin perder lo básico. La expresividad. Hay que añadir que los bailarines y bailarinas del Ballet de Teatres han crecido. Y tanto. Agua bendita.