Vázquez Montalbán decía que lo único que le reconciliaba con la literatura era el comisario Maigret. ¿Le agrada esa visión del género negro?

No es mi visión, pero una buena función de un libro es aliviar. Como autor es un enfoque escaso. Una novela sólo amena no me vale y simplemente honda, tampoco.

¿La novela negra es el espacio más creíble hoy en día para la crítica social y de ahí su éxito?

Es un espacio que habla de la sociedad en sus más evidentes fracturas y fallas. El mensaje de la nueva novela negra es que la conducta criminal no es marginal, no es lo que pasa en los bajos fondos, sino en todas partes. Sirve para un empresario, para el que ocupa un sillón en un ayuntamiento o para el ciudadano que miente a la justicia.

¿Ha influido el fenómeno Larsson en su regreso al género?

No. Soy fiel a mi programa. De hecho, soy tan poco avispado que en el boom de la novela negra me he dedicado a otras cosas que no interesaban a casi nadie, como la Inquisición o la intervención española en Iraq.

¿Es usted de Stieg Larsson o de Henning Mankell?

Entre uno y otro soy de Larsson, me entretiene más y creo que es mejor. Mankell es presentado como mejor novelista de lo que es, siendo muy bueno, y Larsson es presentado como peor, siendo no el mejor de la historia. Cumple más respecto de lo que promete.

Usted que se atrevió a abordar el conflicto de Iraq. ¿Afganistán es lo mismo?

Es muy parecido. Son dos guerras erróneas. Iraq es claramente inmoral e ilegal, mientras que Afganistán, que no tiene ese punto de ilegalidad, su moralidad es discutible. No hay justificación para arriesgar la vida de soldados españoles en este momento, como tampoco la había en Iraq.

La realidad actual, con la trama Gürtel y el juez perseguidor perseguido, ¿da para un buen argumento literario?

Sí y no. Al final todo son intrigas palaciegas en los pasillos del poder. Que Garzón vaya a caer porque ha decidido tres o cuatro cosas contrarias a los intereses de unos pocos es muy triste. Si hay que juzgar algo sería su ejecutoria de juez estelar, que aparece más de lo que debe y rentabiliza su función pública. Eso no es delito, pero me parece reprochable.

¿La justicia es el agujero democrático de España?

Es un agujero. Aplica leyes del siglo XIX y métodos de selección muy discutibles, pero el país tiene otros problemas gravísimos, como el sistema de oligarquías de partido. Pero el verdadero agujero negro es la educación, que en 30 años se ha deteriorado seriamente.

En su novela se ve el miedo a la prensa de los personajes públicos; ¿la censura de las fotos en Valencia es otra muestra de ello?

Es una muestra más de la falta de solidez de alguno, que no es capaz de poner por delante una ejecutoria a largo plazo ante el pequeño banderillazo de un mal titular.

¿Teme al lector electrónico?

¡Qué sentido tiene temerlo! Indudablemente va a desplazar al libro tradicional en una proporción, pero no va a exterminarlo, porque el libro no es el DVD ni el vinilo. Tiene 500 años de historia y muchos valores afectivos añadidos.

A quienes hayan caído en las redes -literarias- de la extraña pareja de guardias civiles formada por el brigada Bevilacqua (Vila) y la sargento Chamorro no les sorprenderá que Lorenzo Silva (Madrid, 1966) decidiera presentar ayer su última entrega, "La estrategia del agua" (Destino), en el Museo l'Iber de soldaditos de plomo de Valencia, dada la afición de Vila a muñequitos de ejércitos derrotados.