Paul Preston (Liverpool, 1946) dice que ha recogido en El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después (Debate) toda una vida de trabajo, desde que a finales de los años sesenta empezó a investigar en España. No obstante, el trabajo fuerte para este libro que pretende sintetizar el conocimiento sobre la represión en España a partir de 1936 empezó a finales de los años noventa, poco antes de que la recuperación de la memoria histórica explotara con numerosas publicaciones, lo que ha ralentizado su proyecto. "La mayor dificultad -explica- ha sido poder mantener mi equilibrio psicológico leyendo tantos horrores en ambos lados".

El hispanista, director del Centro Cañada Blanch para el Estudio de la España Contemporánea de la London School of Economics, asegura que la ausencia de sesgo ideológico es una de las aportaciones de su obra de síntesis, la primera, dice, de estas magnitudes. "Escribo en términos críticos tanto de una represión como de otra", dijo ayer en Valencia, al presentar su trabajo. Claro que ello no quiere decir que sean equiparables, matiza. La objetividad -concepto que le poner nervioso, confiesa- está en el "filtro ético" a los hechos que pone el investigador. "Yo no busco armas arrojadizas, pero no puedo tratar igual a un violador y a una violada".

Así, aunque en los dos bandos hay crueldad, entre la represión franquista y la republicana hay diferencias "de intención y de escala", apostilla. Las primeras se ven en la declaración del general Mola, el "director de la conspiración" contra la II República ("eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros"). Las segundas se observan en los datos conocidos hasta hoy: aunque es difícil llegar a números exactos, apunta, la represión de los militares rebeldes fue "tres veces superior a los horrores en zonas republicanas". En cifras: los asesinados detrás del frente franquista "es difícil que no lleguen a 150.000", mientras que en el otro bando, los especialistas hablan de 50.000.

El caso valenciano y los excesos

En todo caso, y al ser preguntado sobre el caso valenciano, el catedrático Príncipe de Asturias de Historia Contemporánea Española -no confundir con el premio, ruega- asevera que "lo peor que se puede hacer es exagerar". Lo dice por la polémica por los estudios del Fòrum Valencià per la Memòria, rechazados por historiadores. "Tengo entendido que el problema es que incluyen en sus cifras a todo el que murió y hay también muertes naturales". En este sentido, Preston califica de "modélicas" las investigaciones de Vicent Gabarda sobre la represión franquista en tierras valencianas, quien "dio la pista" a otros trabajos en otras zonas.

En su opinión, los "mayores crímenes" en Valencia fueron "culpa" de la Columna de Hierro, grupo "de cobertura anarquista" que aborda con detalle en su libro. Cuenta, por ejemplo, cómo iban a tomar Teruel, que estaba sin proteger, y volvieron a Valencia porque se encontraron con un gran secadero de jamones y se los llevaron a la ciudad. Después, Teruel estaba ya defendida. O cómo tomaban las cosechas de naranjas como medida de colectivización, las vendían y se quedaban con las ganancias. Así hasta que fueron "emboscados" en la ciudad por socialistas y comunistas.

Sobre estas disputas, Preston considera que "la Guerra Civil se pierde en Londres, por la falta de ayuda directa de Gran Bretaña y Francia a la II República y por la prohibición de comprar armas". Ello forzó a buscar el respaldo de la URSS, lo que "intensificó las tensiones dentro y fuera de España".

El historiador no ve "normal" la atención que reciben en España los "negacionistas" (los autores que niegan la represión franquista), algo que en Alemania es un delito. Lo atribuye a que "no ha habido una desfranquistización en España", como sí la hubo en Alemania. "Lógico, ¿quién la iba a hacer con 38 años de dictadura?", apunta. Pero no critica con ello la Transición, "la mejor en las condiciones del tardofranquismo". Y sentencia: "La amnistía de 1977 era necesaria para que la democracia echara raíces".

Un alérgico a la novela histórica que ama "El espíritu de la colmena"

Paul Preston confiesa con una sonrisa que las novelas históricas sobre asuntos que conoce le dan alergia. "Por las tergiversaciones", dice. La mejor película sobre el conflicto, para él, es "El espíritu de la colmena", de Víctor Erice, ya que "capta la inmensa tristeza de una nación pese a que no se ve nada de la guerra". En el lado opuesto sitúa "El laberinto del fauno", de Guillermo del Toro, que califica de "ridícula" por su falta de matices. "Parece una película del Oeste", dice.

El estudio de la Guerra Civil es objeto frecuente de discrepancias. Otro hispanista, el estadounidense Stanley Payne, ha afirmado de las estadísticas del libro de Preston que están distorsionadas. El inglés se excita al escuchar el comentario: "Que Payne explique su trayectoria desde la izquierda a la extrema derecha". En la embestida se lleva también por delante al negacionista Pío Moa, quien dijo que hay mentiras en cada página de su libro.

A Preston le incomoda el término de "memoria histórica" y aunque la ley llegó tarde, cree que en el contexto de la Transición era inviable. Discrepa sobre la eliminación de símbolos franquistas, porque son parte de la historia. "El Valle de los Caídos es una maravilla, pero hay que explicar que fue hecho por presos republicanos".