Concierto de Zarzuela

Palau de les Arts (valencia)

Cárlos Álvarez, Cristina Faus, Albert Montserat. OCV. Obras de Serrano, Giménez, Caballero, Chapí, Guridi y otros. Dir: Jordi Bernàcer. 15 de enero de 2012.

Es cierto que las buenas cualidades del canto se demuestran en la sensibilidad interpretativa, en la belleza de la voz, en la técnica, en la claridad de la emisiónÉ y que, por supuesto, lo más importante no son, ni de lejos, los agudos, que, por otra parte, suelen ser la referencia de la galería. Dicho esto habrá que significar que Carlos Álvarez en su comparecencia del pasado domingo en el Palau de les Arts ofreció una lección de bien decir y de excelente modulación, luciendo ese centro aterciopelado, amplio, poderoso y resueltamente baritonal que siempre hemos admirado, pero que en pocas ocasiones abandonó para comprometerse en tesituras elevadas. De hecho, se le notaba padecer cuando se encaramaba a ellas. Atrás quedaron romanzas como Los gavilanes, La calesera, MaravillaÉ, de las que dejó apreciadas grabaciones fonográficas y que en vivo se le pudieron escuchar años atrás. Obras de lucimiento indudable que nada tienen que envidiar en cuanto a belleza a las que programó en su recital, pero que implican una tesitura de la que el malagueño pareció huir resueltamente.

Ello no implica para que no expusiera el repertorio con una más que elogiable dignidad, haciendo uso de esa voz noble de tantos quilates que se ha aplaudido en los mejores teatros del mundo y también de una apostura vocal y escénica que hay que reseñar. Pero a lo que parece Álvarez tendrá que quitarse la joroba de Rigoletto, para enfundarse el casacón de Scarpia.

Le acompañaron en su comparecencia la mezzo Cristina Faus de muy hermosa voz en todo el registro de su cuerda, aunque no excesivamente poderosa, de emisión muy apasionada y llena de emotividad a un tiempo. Para ella fueron, con justicia, los aplausos más cálidos de la noche al ofrecer una excepcional romanza de Rosa de Los claveles. Además la valenciana tiene una convicción escénica muy notable. Sin duda fue la mejor del terceto. El tenor Albert Montserrat cumplió dignamente, con indudable intención en el decir. Jordi Bernàcer, de gesto tal vez excesivo, llevó las obras con soltura, buscando frases muy personales (lo que hay que agradecerle) aunque la orquesta, en muchas ocasiones, tendió a comerse a los cantantes.