La Universitat de València (UV) hizo público ayer su informe sobre la declaración como patrimonio cultural de las corridas de toros y los bous al carrer solicitado por la Generalitat y en el que concluye que estas prácticas «no reúnen los requisitos que establece la Convención de la Unesco» para catalogarlas como bien de interés cultural inmaterial (BICi).

El informe ha sido redactado por el vicerrector de Cultura y catedrático de Sociología, Antonio Ariño, y otros profesores, entre los que ha participado la catedrática de Filosofía del Derecho, Moral y Político Adela Cortina.

El documento tendrá poca utilidad práctica, no obstante, ya que como publicó Levante-EMV, el Consell ya cuenta con los dos avales necesarios de órganos consultivos para cualquier declaración BIC: un informe favorable de la Universidad Católica de Valencia y el silencio del Consell Valencià de Cultura (CVC), que es un sí a efectos administrativos.

El informe de la Universitat señala que en los últimos años se ha experimentado un «cambio de tendencia social» respecto a las fiestas con toros, que cuentan con un «apoyo social en decadencia» y un «aumento del rechazo».

Sobre los bous al carrer, el informe reconoce que han experimentado una rápida expansión «por imitación» durante las tres últimas décadas. «En este sentido, más que de un profundo arraigo histórico, hay que hablar de una recreación y de una difusión al calor de la transformación de las modalidades festivas populares en las fiestas mayores», dice.

No obstante, la Universitat señala que los toros han generado a lo largo de la historia «un conjunto de expresiones objetivas —léxico, música, leyes, bulas y normativas, pintura y escultura, espacios y plazas, cartelería— que constituyen la dimensión material de estas celebraciones» y que «deben ser preservados como testimonio de maneras de vida pasadas que integran nuestro patrimonio material».

El documento explica que aun cuando la fuerza del tópico «todavía exalta una clase de violencia exótica y atávica en España, que se vende como un atractivo singular para los turistas, crece el cuestionamiento de estas prácticas».

Sobre el bou embolat, habla de un «maltrato y una violencia explícita hacia el animal que corre y pasea con las bolas encendidas».