«Antes €intervino Max€ aquí tienes un cheque de ciento cincuenta mil francos. No lo puedes rechazar: es una decisión del Gobierno». «Ya os advertí que lo quería donar, es un regalo para los españoles», objetó Picasso. «Si tenemos en cuenta la cotización de tu obra en estos momentos, considéralo como una cantidad para cubrir gastos €replicó Max Aub con voz grave y bien timbrada€. Lo fundamental es que exista de por medio una contraprestación económica real y efectiva con un documento que respalde y certifique la operación».

Así recrea Baltasar Magro (Toledo, 1949) en su última novela una conversación en mayo de 1937 entre Max Aub €entonces agregado cultural de la embajada española en París€ y Pablo Picasso sobre el pago por el Guernica, el mural que, en plena Guerra Civil, el Gobierno de la República española le había encargado para su pabellón en la Exposición Universal de París de aquel año.

No es el dato más conocido de la biografía de Aub (París, 1903 - México DF, 1972), pero fue «crucial» para certificar la propiedad española de una obra que pronto se convirtió en un icono del sangriento siglo XX. «Gracias a él [Max Aub], el Guernica está en España. Sin esa operación no se podía haber reclamado la propiedad de la pintura», asegura el conocido periodista a Levante-EMV.

No se trata solo de la conversación recreada por Magro, que seguramente existió, sino de la visión de futuro del escritor valenciano de adopción para dejar por escrito en una nota al embajador en París (Luis Araquistáin) del 28 de mayo de aquel año las reticencias del pintor malagueño a cobrar, pero cómo él le había finalmente entregado el talón por la cantidad citada (cerca de 23.000 euros al último cambio del franco francés).

El documento sería utilizado más de cuarenta años después por el nuevo Gobierno español para exigir al MoMA de Nueva York €donde permanecía desde 1938€ el retorno de la obra, verificado el 10 de septiembre de 1981.

Max Aub €afincado desde 1914 en Valencia con su padre alemán y su madre francesa€ es uno de los personajes que transita por la La luz del Guernica (Roca Editorial, 2012), la última novela de Magro, en la que el periodista se mete en la piel de Picasso para rastrear el proceso de creación del famoso mural.

Además de su relevancia en la cuestión del pago de la obra €hecho discutido durante muchos años€, el intelectual valenciano es una figura fundamental para la existencia de la misma por su amistad con Picasso. Junto a otros, como el propio Araquistáin, Josep Renau (director de Bellas Arts entonces), José Bergamín, Josep Lluís Sert (arquitecto del pabellón) o Juan Larrea, convenció al pintor para asumir el encargo, algo que no tenía claro, dadas las dimensiones de la pieza que le pedían €la mayor que había hecho hasta el momento€, la premura de tiempo y la crisis interior que atravesaba por el drama en España.

Aub, como agregado cultural y amigo del artista, siguió de cerca el proceso de creación. «Habló y sugirió al artista», comenta Magro, quien aventura asimismo una «influencia intelectual» en el resultado final de la pintura.