El erotismo de fotos semiclandestinas de mediados del siglo pasado, tan atrevido en su momento por lo mucho que mostraba de sus protagonistas pero tan desfasado actualmente por lo casto de sus poses, ha logrado hacerse un hueco en una exposición que las muestra en Valencia como objetos de culto.

Son los mismos pechos y los mismos traseros, cuerpos desnudos que, de no ser por los peinados, serían inclasificables en el tiempo y el espacio, y las mismas señoras que, retratadas como vinieron al mundo, hicieron suspirar a nuestros abuelos.

Esas imágenes de estraperlo que enviaban a España los emigrados conforman la colección que la galería Railowsky expone hasta el próximo 8 de abril, con 60 fotografías eróticas recopiladas durante los últimos 30 años por el coleccionista Juan José Díaz Prosper.

Buena parte de la muestra está integrada por series de fotografías, del tamaño de una postal, en las que se pueden observar situaciones supuestamente cotidianas, más o menos íntimas de señoritas probándose "modelitos" de lencería ajenas a la cámara.

Fotos en las que las inevitables marcas del tiempo, las arrugas del papel o la pérdida de color quedan en un segundo plano ante la pulsión del amateurismo, la frescura de unos cuerpos que, sin ninguna pretensión artística, se muestran sin tapujos.

En ellas vive todavía el morbo pero sin las miradas viciosas ni el "postureo" de la imaginería erótica actual; solo peinados de la vieja escuela, algún escorzo subido de tono y ligueros añejos son suficientes para transmitir el calor de aquellas alcobas forradas de ganchillo.

"Eran casi imposibles de conseguir en la España de la posguerra; venían de Francia, Inglaterra, Alemania e Italia gracias a los envíos de los emigrados o a los transportistas, que las traían de forma clandestina", explica a EFE Díaz Prosper, poseedor de una colección de 15.000 fotografías tomadas entre 1850 y 1960.

"Algunas de las señoritas son modelos. Por aquellos años ya existía cierta industria del erotismo en el extranjero, pero otras parecen amas de casa y otras bien pudieron ser mujeres públicas", añade.

El valor de las imágenes, en opinión de su propietario, reside precisamente en la total ausencia de artilugio o amaneramiento, en la naturalidad de las tomas, salvo en las más recientes, algunas realizadas ya por estudios profesionales.

En las más modernas -de la década de los 60- aparecen algunos de los iconos eróticos del momento, como la vedette argentina Ethel Rojo o la cubana July del Río, estrellas en aquellos años de las revistas del desaparecido Teatro Alcázar de Valencia y otros escenarios similares del resto de España.

"Era la pornografía de nuestros abuelos, todo material erótico disponible. Los espectáculos de revista eran el único entretenimiento para adultos", explica el propietario de la galería Railowsky y promotor de la muestra, Juan Pedro Font de Mora.