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Crítica musical

Oro de ley

Espléndido concierto de la JOGV para la SFV, con un repertorio íntegramente ruso. Sonido empastado, calidades individuales, permanente sumisión a la batuta y la energía propia de su edad. Una quimera sin el trabajo de lustros del maestro Galduf. Una autentica Fórmula 100.

Con esos mimbres, Albert Gonzálvez Cardós (Valencia, 1988) e Iñaki Lecumberri Camps (Cocentaina, 1984), tuvieron menos difícil su tarea. El valenciano escogió los Ocho de cantos populares rusos, de Anatol Liadov, suite de carácter variado que él manejó con resolución, destreza y economía gestual.

La violinista Elina Rubio Pentcheva (Elx, 1996) reafirmó sus anteriores actuaciones en el Palau de la Música. Formada en Bélgica y Alemania, la ilicitana, sobria y elegante, desgranó el complejo Concierto nº 1 op. 19 de Prokofiev, hipnotizó al auditorio con seguridad asombrosa, perfecta afinación, emoción contenida y claridad de concepto. No en vano toca con un violín Vuillaume de 150 años. Fue una versión pulida „que no pulimentada„ de una obra resuelta sin mayores obstáculos y que por su aplomo, timbre y transparencia facilitó la escucha con la decisiva colaboración de Gonzálvez Cardós. Fue una promesa. Ahora está llamada a ser una gran artista. Con generosidad, brindó la dificilísima Fantasía, de Heinrich Ersnt, sobre El rey de los elfos, de Schubert, pezzo di bravura que confirmó su excelencia.

Para la segunda parte, Iñaki Lecumberri Camps propuso las Danzas sinfónicas op.45, de Sergei Rachmaninov, escritas en su periodo norteamericano. En los tres movimientos, el director contestano imprimió un sonido totalmente distinto: denso y compacto pero fluido, potente mas sin estridencias. El autor, ya asimilado al público cinematográfico, supo aprovechar esa circunstancia incluso con la incorporación del saxo alto en una colosal orquestación donde la percusión tiene protagonismo relevante. Lecumberri, exigente y exigiendo, fue el tercer triunfador de la noche con unos músicos que son oro de ley. ¡Carpe diem!

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