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Entrevista | Carles Santos

"Enseñaría en los conservatorios a quemar pianos"

La Universitat homenajea al músico y creador teatral de Vinaròs con una muestra que repasa sus 50 años de trayectoria surrealista e irreverente - Un nuevo premio a las artes plásticas llevará su nombre

"Enseñaría en los conservatorios a quemar pianos"

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­El cartel del Concert irregular de Joan Brossa en Barcelona (de 1967), vídeos y fotos de sus óperas, discos, carne, erotismo y muchos pianos: quemados en una falla, con orejas, con cruces cristianas, piano-fuentes, manchados de pintura roja€ Y el último (la única creación nueva): en un cubo con decenas de fotos de sus propias heces. Es el punto final de la destrucción del piano y de la música bien entendida. Cualquiera diría que la atractiva macroexposición que, comisariada por Josep Ruvira, la Universitat de València dedica a Carles Santos es una miscelánea, pero él dice que no, que todo está en transformación. Cualquiera diría que esto es vanguardia surrealista y transgresora, pero él dice que es «un clásico». La Universitat le dará el 23 de junio su medalla y, junto al resto de universidades públicas, ha creado un premio de artes plásticas con su nombre. El homenaje se completó ayer con Santos al piano presentando dentro del festival Ensems su última criatura, Tinc dret a un advocat.

¿Cuántas veces ha pensado «Tinc dret a un advocat»?

Es el título de lo de esta tarde [por ayer]. No tiene ni una semana.

¿Pero ha necesitado muchos abogados en su vida?

No, no. ¡Qué va!

No será porque su obra no es irreverente. ¿Por qué le gusta destruir pianos?

¿Y por qué no? No los destruyo en realidad, son instrumentos ya muertos, pero no tengo ninguna obsesión. Quemar doce pianos o tirar uno al mar está muy bien. Yo enseñaría a los jóvenes en los conservatorios a hacer cosas de estas además de estudiar a Schubert y Beethoven. Que tengan una relación con el instrumento que no sea tan fetichista y mística.

¿Es provocador la palabra que mejor le define?

Seguro que no. ¿Irreverente? No sé.

Quién lo diría con el peso de la religión y el sexo en su obra€

Pero todo eso ya ha perdido fuerza. Hace años era polémico, pero hoy es solo un elemento estético.

¿El sexo es una obsesión?

No. Tiene su belleza y encanto. Es una práctica difícil. No todos la saben hacer bien. Debería estar

subvencionada para los que les gusta y tienen gracia y talento, como quien toca bien el violín.

¿Pero tiene alguna explicación esa presencia tan fuerte?

Me gusta, pero no por su fuerza iconoclasta, sino porque soy sensible al erotismo. Todos tienen sus perversiones, ¿no? Yo también.

¿La ortodoxia le dice algo?

Nada. Yo también tengo una parte muy ortodoxa: toda la del instrumento es inevitable y necesaria, pero soy capaz de disfrutar de la ortodoxia y la iconoclastia.

Lo que no es frecuente es que sea protagonista en Valencia. ¿Es importante?

Sí, es importante para mí. Pero he hecho cosas notables, como Tramontana tremens, Lisístrata o el espectáculo para la Bienal de 2001. No lo recordamos, pero he hecho cosas importantes en Valencia.

Y ahora sienta cátedra en la Universitat de València€

No siento cátedra. Solo enseño una parte de mi trabajo. Estoy satisfecho, contento y honrado.

¿Y más feliz tras los resultados de las últimas elecciones?

Bueno, esto ha cambiado un poco, por lo que se ve. Pasamos una etapa. Veremos. Vienen dificultades, pero se han roto muchas cosas.

¿Es optimista sobre el futuro?

¡Y tanto! Aún lo soy.

¿Qué sensación le produce el nuevo entusiasmo juvenil en la política? ¿Aún cree en la utopía?

De momento, la realidad es que hay cambio. Eso es real. Veremos en qué deriva, pero algo se ha roto.

¿Aceptaría un cargo político: conselller o director general?

No, no. Nunca.

¿Por la experiencia en el Consell de Cultura (CVC)?

Ya vi que no servía para la político, Que no cuenten conmigo.

¿La fanfarria de Barcelona 1992 le queda muy lejos?

¡Cómo no me va a quedar lejos! Ya soy mayor.

¿Sabe cuántos Max tiene?

Una cantidad enorme. Hasta ahora no tenía mueble. El año que viene sí que tendré.

¿Es un hombre más independiente que independentista?

¡Uy! Dejémoslo para otro día, con las elecciones ya hay bastante.

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