¿Qué es la Fundación Irene Villa?

Es una fundación para potenciar la incursión laboral y la integración a través del deporte de personas con discapacidad intelectual, física o sensorial; y como no tenemos estructura ni demasiado personal, intentamos evitar los gastos fijos apoyando a fundaciones ya existentes, con su organización, su inversión y a los que les esté costando mover esa maquinaria aunque desempeñando muy buena labor.

Escritora, tres carreras universitarias, esquiadora galardonada, una fundación con su nombre y madre a tiempo completo. ¿Existen límites para Irene Villa?

Los límites son los que tú te quieras poner. Están en tu mente y pienso que te limita mucho más un pensamiento negativo como el miedo, la ansiedad o algún complejo que una prótesis o una silla de ruedas. El objetivo de esta fundación es empoderar a las personas para que sean agradecidos por lo que tienen, que luchen, que se comprometan y sobre todo que tengan alegría de vivir. Ver a estos niños integrándose debería ser un motivo de alegría para una sociedad que, a veces, se queja de cosas que tienen remedio o que no es tan feliz como debería ser.

¿Se sintió dolida con los tuits de Guillermo Zapata en los que contaba chistes sobre usted y el holocausto?

Ha sido una polémica completamente ajena a mí y me he visto protagonista cuando nunca he querido serlo. Pero no, ni me molestaron ni me he sentido humillada, simplemente ha sido una bola que ha ido creciendo. El día del chiste famoso contesté con otro chiste y pensé que la cosa se quedaría ahí. ¡Pero si chistes de mí los he oído toda la vida y siempre me he reído de ellos o con ellos! O ni siquiera, porque a mí el humor negro no me gusta ni lo consumo, aunque acepto que es humor. No me duele porque me lo tomo como lo que es, un chiste. Nada más.

¿Dónde están los límites del humor?

Un chiste no debe ser nunca una humillación, aunque, bueno, es verdad que el humor negro es así por definición: hacer una gracia con algo que ha sido muy doloroso por la sociedad. Personalmente nunca contaría un chiste así. No va conmigo porque entiendo el dolor de quien ha perdido a alguien e imagino que no le hará reír (a mí no me lo hace, desde luego). Al final es cosa de los que cuentan el chiste y de los que lo reciben. En mi caso él me pidió perdón y yo le perdoné.

Han pasado cinco años desde el último atentado de ETA y cuatro desde el cese del uso de armas. ¿Cómo valora este hecho?

Todos los días me despierto dando las gracias a Dios porque, por fin, han dejado de matar a gente por la espalda o poniendo bombas. Deseo que esto continue y que no suceda nunca más.