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Reformas

El ministerio dice no a unir el monasterio de la Trinidad al Museo de Bellas Artes

Alega la «fuerte inversión» que ha realizado en ampliar la pinacoteca desde 1987 y que ha de atender numerosos centros

Aspecto exterior actual del Museo de Bellas Arts. f. b.

El monasterio de la Trinidad lleva cerrado y en desuso desde principios de 2014. Colectivos ciudadanos, artísticos e instituciones públicas han abogado desde entonces por el cenobio como espacio natural para el crecimiento del vecino Museo de Bellas Artes de Valencia, que sufre carencias históricas de superficie de exposición y que ha visto cómo la última ampliación quedaba reducida finalmente a la mínima expresión. Sin embargo, el Ministerio de Educación y Cultura —sus actuales tirulares— no está por la labor.

El departamento de Íñigo Méndez de Vigo lo ha puesto de manifiesto por escrito en una respuesta a Antonio Marín, como secretario de la entidad Cercle Obert. Esta solicitaba el uso del monasterio para instalar la colección de arte antiguo y sacro de la pinacoteca. Pero el ministerio «no considera viable» la ampliación del San Pío V a través del convento colindante (los separa una calle), pese al «interés patrimonial del inmueble».

El Ejecutivo central esgrime la «fuerte inversión» realizada en el museo desde 1987. Al respecto, recuerda que está en marcha la quinta fase de las obras de «rehabilitación y ampliación», al término de las cuales (mediados de 2016) contará con más de 17.000 metros cuadrados, lo que lo convertirá en «uno de los más grandes museos estatales de gestión transferida» a las comunidades.

No obstante, la quinta fase adjudicada en 2013 por 8,3 millones de euros no supondrá ampliar los muros actuales de la pinacoteca, debido a que no se desbloqueó el conflicto entre el Gobierno y el Ayuntamiento de Valencia para la permuta de terrenos en la parte trasera. Por ello, la obra quedó finalmente circunscrita a la fábrica actual del edificio.

El ministerio alega asimismo que cuenta bajo su paraguas con «numerosos» museos y la actual situación presupuestaria exige «un estricto control de los recursos» y «un estudio detallado de la viabilidad de mantenimientos futuros de nuevas infraestructuras». O sea, que una hipotética anexión conllevaría después unos gastos de funcionamiento del convento difícilmente asumibles.

La postura del departamento estatal ha trascendido públicamente —el escrito está fechado en julio pasado— cuando el ayuntamiento de la ciudad da los primeros pasos de cara a una futura unión del monasterio de la Trinidad al San Pío V.

Tres concejalas —Glòria Tello, Maria Oliver y Consol Castillo— se reunieron el pasado jueves con el nuevo director (provisional) de la pinacoteca, José Ignacio Casar Pinazo, y uno de los asuntos que estuvo sobre la mesa —además de avanzar en el desbloqueo de la permuta de terrenos— fue la conexión futura con el vecino edificio religioso, uno de los monumentos más desconocidos de la urbe al estar ocupado durante 550 años por monjas clarisas con voto de clausura.

La disposición, señalaron ayer distintas fuentes municipales, es incidir en ese «anhelo» y no abandonarlo. Subrayaron asimismo que la posición del ministerio puede cambiar en unos meses, si de las inminentes elecciones generales surge un gobierno de signo diferente.

No obstante, admitieron que no se han entablado conversaciones con el Arzobispado de Valencia, responsable del inmueble. La anexión del convento es uno de los objetivos del equipo de Joan Ribó, como publicó Levante-EMV tras las elecciones de mayo.

La postura expresada ahora por el Ejecutivo central dibuja un escenario con dos frentes: el ministerio y el arzobispado, por un lado, contrarios por distintos motivos a que la Trinidad pase a ser parte del Museo de Bellas Artes, y el consistorio y los gestores de la pinacoteca —depende de la Conselleria de Educación y Cultura—, defensores de la unión de los dos recintos.

La experiencia no es nueva. Ya se dio en el Museo del Prado, que creció en más de 15.000 metros cuadrados hace una década gracias a la utilización del vecino claustro del monasterio de los Jerónimos, en Madrid.

En el caso valenciano, los argumentos son el «apiñamiento» de obras y la abundancia de fondos en los depósitos, como señala Marín. Por ahora, chocan con la jerarquía eclesiástica, que quiere mantener un uso religioso y ha buscado —sin éxito hasta el momento— órdenes en el extranjero dispuestas a habitar un cenobio cargado de Historia. ¿Qué diría la ilustre abadesa Isabel de Villena?

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