Melas cholis, bilis negra, es el origen etimológico de melancolía, esa enfermedad sagrada propia de príncipes y artistas, espíritus elevados predispuestos a una sensibilidad especial. Todo es oscuro, atractivamente tenebroso, al entrar en la sala que el Museo de Bellas Artes San Pío V de Valencia dedica desde ayer a este tema, inédito en la investigación artística en España.

Y si hay que hablar de melancolía, qué mejor que la España de contrastes de los siglos XVI y XVII. Tiempos de melancolía es el título de la muestra, pero el subtítulo aclara el espíritu del proyecto: Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro. Guerras, epidemias, declive político, megalomanías y contrarreforma religiosa coinciden con una explosión creativa en las letras y la pintura: de Cervantes y Quevedo a Velázquez, Ribera o Murillo.

La idea médica de hombres recorridos por la bilis negra „uno de los cuatro humores corporales„ es griega. También el mito de que la melancolía es el temperamento de los grandes creadores, un pensamiento anclado en la cultura occidental y que dominó el ambiente cultural español durante el Siglo de Oro: no estar afectado por la enfermedad sublime era signo de mediocridad.

Por esta razón son españoles los primeros tratados medicos sobre la melancolía, que no borran el mito aun cuando descubren que aquello de la bilis negra no era más que un fantasma.

El apartado médico es así el que inicia el recorrido expositivo, con libros antiguos y la «farmacia del melancólico»: de piedras bezoares e infusiones de eléboro a instrumentos musicales.

Si hay un artista de la melancolía en el Siglo de Oro ese puede ser el valenciano José de Ribera, el que está más presente entre las sesenta obras que componen la muestra. Su Sibila, cedida por el Museo del Prado, ocupa un lugar central como imagen clásica del mal del creador. También algunos de sus retratos de filósofos: Pitágoras y, en especial, Heráclito, el filósofo de la inestabilidad, clave en la España del Siglo de Oro. Del de Xàtiva es también un San Pablo, el apóstol de la mirada negra y la duda, y una María Magdalena, pinturas fundamentales para la extensión de la melancolía a la religión y el universo femenino. La muerte, con vanitas y cráneos, cierra el paseo entre paredes gris plomo y luz de penumbra. Es la obsesión meláncólica y barroca por la nada, el paso del tiempo.

Algunas de las piezas del Españoleto proceden del San Pío V, como también el Autorretrato de Velázquez. La pinacoteca ha sido fundamental para esta muestra, producida por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid a partir de un proyecto de su directora, María Bolaños, y con financiación de La Caixa. Murillo, el Greco o Ribalta son otros autores presentes en la exhibición, además de un «insustuible» Soldado muerto anónimo, de la National Gallery.

La directora general de Cultura, Carmen Amoraga, bromeó ayer con que el museo abre un tiempo nuevo y la melancolía queda solo en la exposición. Bolaños precisó que ni siquiera la hay en esta, porque el mensaje es el gran impulso creativo en un tiempo difícil. No obstante, invita más a la introspección que a la expansión festiva.