Sento Llobell contaba que se había pecado de exceso de ambición en el salón. ¿Está de acuerdo?
No sé exactamente los detalles pero, si la iniciativa parte de Feria Valencia, el formato ya viene impuesto y quizás te estás poniendo el listón muy alto. Yo estuve en los primeros festivales de Barcelona y eran en la Estación de Francia, grandes, pero no como el actual; quiero decir que las ferias van cambiando.
Se dijo en la presentación que no se trataba de hacer un segundo Barcelona, pero quizás se caminó en esa línea.
Con el gran formato que se planteaba, si lo montas y se llena es genial, pero imagina que luego no acude la mitad del público. Feria Valencia está fuera de la ciudad y aquí nos movemos poco, lo que sucede en la periferia parece que no exista. Esa es una dificultad añadida. Barcelona funciona como negocio porque lleva muchos años y la feria está dentro de la ciudad. Ellos han copado ya el espacio de festivales puramente comerciales; luego, cada feria funciona por una particularidad. Aquí se buscó la asociación con la ilustración; ese era un buen factor diferencial.
Dentro de la ciudad están las jornadas en Tapinería, ¿habría que potenciar lo que ya existe?
Sí, pero esas jornadas se mantienen por el trabajo desinteresados de mucha gente, sin prácticamente mecenas. Cuando la gente que está al frente se canse, se terminarán esas jornadas. Hay que caminar hacia la profesionalización, o bien con las instituciones, o con más patrocinadores, o buscando mayor rédito editorial.
¿Es partidario de que se impliquen las instituciones?
Mientras se mantenga la libertad yo creo que hay que contar con ellas. La cultura es lo que vende una ciudad. A Sitges o a Fráncfort se les conoce en Europa por sus festivales culturales. Aquí se ha invertido mucho en Fórmula 1, que es otra manera de vender la ciudad. Imagínate, si se hubieran dedicado esas cantidades al cómic, tendríamos el mayor festival del mundo.
Las dificultades con el salón hablan también de la salud del sector. ¿Hay realmente una industria del cómic?
Creo que sí la hay, pero muy precaria. Las editoriales viven al límite, a la hora de pagar derechos por nuevo material o a los autores. Si de repente encadenan tres publicaciones que no funcionan se pueden venir abajo. Luego, si te fijas en las tiradas medias, estamos cerca de la literatura. Aquí se hacen tiradas de unos 1.500 o 3.000 ejemplares, muy parecidos a las de las novelas. La diferencia es que en la literatura tienen unos cuantos best-sellers que superan los 50.000 y sostienen el negocio. Eso no existe en nuestro sector.
