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Música

La reina tímida de la trompa

María Rubio, titular de la Orquesta de Valencia, colabora regularmente desde 2013 con la Filarmónica de Berlín, la formación más mediática del mundo - Acompaña mañana a su maestro, el suizo Bruno Schneider, en un concierto en el Palau

María Rubio, en una sala de ensayos del Palau. fernando bustamante

«No hay que perder de vista de donde venimos. Soy músico y trabajo de esto gracias a la Sociedad Musical de Alboraia». Habla María Rubio, solista de trompa de la Orquesta de Valencia (OV) y uno de los pocos músicos españoles que toca con frecuencia con la Filarmónica de Berlín, de la que basta recitar sus tres últimos directores titulares para comprender su magnitud: Von Karajan, Claudio Abbado y Simon Rattle.

María Rubio suele preferir el trabajo callado ante la partitura a los flashes de las cámaras y los clicks de las grabadoras. Hace una excepción hoy, porque, aunque es tímida por naturaleza, confiesa, «he asumido que forma parte de mi trabajo». También porque la ocasión lo vale. Acompaña mañaña a su maestro, el suizo Bruno Schneider, en el Palau de la Música en un concierto con piezas para trompa dirigido por Thomas Dausgaard.

Que las becas pueden servir da fe la carrera de María. Una de la Conselleria de Educación le permitió hace 16 años ir a estudiar con Schneider a Freiburg im Breisgau. «A mitad de curso me quedé sin dinero y tuve la de la Fundación Alexander von Humboldt. Con esa ya no tenía que viajar en autobús 24 horas para ver a la familia y pude comprar un instrumento propio», cuenta. Hasta entonces, utilizaba uno prestado por la banda de su pueblo. El que adquirió lo sigue utilizando, además del que le proporcionó la OV al entrar como solista en 2001.

Venía de ser ayuda de solista en la Sinfónica de Madrid, pero prefirió Valencia: «Cuestión personal y profesional, porque el foso de una orquesta de ópera quema mucho. En una sinfónica tienes una regularidad de horarios y artísticamente es más gratificante estar arriba, en el escenario».

Y llegó la oportunidad de la Filarmónica de Berlín en 2013. «Fue una locura „explica„. Hice las pruebas para solista y quedé finalista. Decidieron que querían contar conmigo mientras la plaza estuviera vacante [aún lo está] y así ha sido desde hace dos años. He hecho conciertos y giras».

No era un objetivo buscado. Hizo aquellas pruebas «medio obligada». Fue Guy Braunstein, antiguo concertino de la Filarmónica, quien vino a tocar a Valencia y le dijo que la plaza estaba vacante y que debería presentarse. «Insistió meses después. Yo pensaba que no hacía nada allí, pero quedé finalista y empezó la colaboración».

«Mis metas han sido siempre a corto plazo y creo que es el secreto del éxito. Cuando estudiaba, mi meta no era ser músico de orquesta, ni después lo era tocar con la Filarmónica de Berlín. No era mi sueño, me lo encontré».

Ahora, continúa, su objetivo es «seguir disfrutando, ya sea en la Filarmónica o en la banda de mi pueblo». Y más adelante, enseñar, transmitir lo que sabe, porque «ser solista es para jóvenes».

Mañana ­„pongan atención„ ha de ir al conservatorio de Valencia a hacer una prueba para ver si es apta para entrar en una bolsa de trabajo. «No sé comó se lo explicaré a Schneider», dice con una sonrisa. «El sistema español va contra el resto del mundo».

De la Filarmónica de Berlín destaca el nivel de exigencia. «Es la orquesta más mediática del mundo y la presión es alta. El trabajo es muy concentrado y el ritmo es brutal. Pero, por otra parte, tocar allí es una gozada. Todo suena tan bien€ El nivel es tan alto que no necesitas sobreesfuerzos, la orquesta te lleva a ti».

¿Y Rattle? «Un genio» [ríe]. ¿Exigente? «Mucho». En especial le llama la atención su alcance de conocimientos en música contemporánea: «Lo escucha todo».

María Rubio defiende la música de cámara. Son claves para la formación, dice: «Yo no soy la misma trompista que cuando entré en la OV». Entonces el concertino tuvo que llamarle la atención porque le venía justo levantarse cuando el director la invitaba a saludar. E incluso acudió a un profesional para tratarse la ansiedad escénica, que hoy ha aprendido a gestionar.

La música de cámara da también libertad. «No dependes de la tiranía del director», afirma, que los sigue habiendo, «porque al final esto no es una democracia. Más que tiranos, histéricos, diría yo».

Y todo, después de llegar a la trompa de niña por obligación „en realidad, quería ser flautista„ y de soportar algún prejuicio y comentario «frustrante» por ser mujer. Pero hoy quedan tan lejanos€

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