Treinta años más tarde del estreno, en 1986, a mediados de su carrera artística, del film Absolute Beginners, principiantes absolutos, ha muerto David Bowie, nacido David Robert Jones, en Brixton, Londres, en 1947. La película, con escaso éxito inicial „ la canción siempre lo tuvo„ y hoy de culto, tiene lugar en el Londres que explora las nuevas tendencias del rock y los primeros conflictos raciales en Notting Hill.

Para la generación que compartimos con Bowie adolescencia y juventud, incluso año de nacimiento, su muerte significa la pérdida de uno de los grandes, la pérdida de un referente emocional, como pudiera serlo, Lou Reed.

El polifacético Bowie ya había dejado atrás sus comienzos con Space Oddity, su participación con Lindsay Kemp en el London Dance Centre, la de Duque Blanco de Station to Station, y la etapa de Ziggy Stardust con The Spiders from Mars, cuando sucede su estancia en Ginebra, que le lleva al arte contemporáneo, y más tarde a la música clásica, llegando a admirar, con su trilogía de Berlín, donde igualmente residiría, a Philip Glass, a quien inspiró en alguna de sus composiciones.

Sus versatilidad le lleva a participar igualmente con Bing Crosby, en un especial navideño interpretando una versión de El pequeño tamborilero, y a llegar al minimalismo y la new wave con Scary Monsters y el tema Ashes to Ashes. A primeros de los ochenta interpreta el papel de Baal, en la obra de Bertold Brecht, y alcanza el éxito comercial con el conocido Let´s Dance, que repetidamente sonaba en su honor, tras su fallecimiento, en las calles de Brixton.

Tras haber participado en 1985, en el concierto Live Aid contra el hambre en Etiopía, su matrimonio, tras el divorcio de Angela, con la modelo Iman, en 1992, le introduce en nuevas causas sociales, y participa en el concierto dedicado a Freddy Mercury, con quien había colaborado como Queen, o en el de Nueva York por las víctimas del 11-S, habiéndolo hecho con Pat Metheny en This is not America.

Su personalidad inabarcable alcanza interpretaciones memorables como la de Poncio Pilatos en el film La última tentación de Cristo de Martin Scorsese, o la de Andy Warhol en el de Basquiat.

Su último disco, Blackstar, es premonitorio de su próxima muerte, cuando sugiere, en varios de sus textos, que miremos hacia el cielo. Polifacético, camaleónico, artista global, contemporáneo, absoluto Bowie, allá donde esté, según sus propias palabras, no estará aburrido.