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Entrevista

Ramón Tebar: "No hay ópera que fascine tanto como Les Arts"

El director es el primer valenciano con un puesto de responsabilidad en la orquesta del coliseo. Lo ha conseguido tras forjarse un nombre en Miami. «Me gustaría estar más presente en España, pero no perder nunca el pie en Estados Unidos», afirma

Ramón Tebar: "No hay ópera que fascine tanto como Les Arts"

­Por los ventanales entra esa luz de invierno que tanto fascina a los cantantes de Centroeuropa y que a él le sorprende menos, porque se crió en Valencia y ha forjado su carrera entre Florida y República Dominicana. Diez años después, regresa por la puerta grande: tras el aperitivo el año pasado de Nabucco, el próximo jueves debuta oficialmente como principal director invitado de la orquesta de Les Arts con Aida, una ópera más íntimista y menos triunfal, advierte, de lo que se suele pensar.

Sin rodeos: ¿aspira a ser el titular musical de Les Arts?

De momento, no aspiro a nada más que empezar este periodo. Es un privilegio ya ser principal director invitado, algo que no esperaba. Me fui hace más de diez años y no había dirigido nunca en mi ciudad.

¿Vive el debut como un examen, una especie de selectivo?

Vivo así cada vez que voy a un teatro nuevo. Me considero muy autoexigente y me lo tomo así.

¿Nervioso por tanto antes de subir al podio de Les Arts?

Sí, son unos nervios saludables, porque te motivan. Estoy seguro de que las orquestas viven así cada vez que están con un director nuevo, a ver si está preparado o es solo batuteo...

¿Cómo se sabe que un director no es solo batuteo?

Rápido: cuando cada compás te importa, lo vives con pasión y no dejas escapar detalles; cuando uno sufre porque cierto compás no suena como le gustaría, cuando evita la rutina, el peor enemigo del arte.

Dirigir es sufrir, dice...

Muchas veces me levanto y me digo por qué me dedico a esto. Si algún día uno se encuentra cómodo debe empezar a dudar de si está haciendo lo que debe.

Tiene varios años de contrato al otro lado del Atlántico, ¿no?

Sí. Tengo mis 4 instituciones: Miami, Naples, Palm Beach y Santo Domingo. Dos de ópera y dos, sinfónicas. En Miami estamos finalizando las negociaciones para renovar. Me gustaría estar más presente en España pero no perder nunca el pie en EE UU.

Porque es muy diferente ser director de una ópera en EE UU.

Totalmente distinto. En Estados Unidos el marketing tiene un peso mucho más importante porque no son teatros públicos. Es lo que pasaba en Europa hace siglos. Cuando una ópera no vendía, se quitaba y otra. Beethoven lo sufrió con Fidelio. Ni una cosa ni la otra.

Tampoco vaciar teatros?

Aunque seamos arte, el público también tiene mucho que decir. Nos debemos a él. No nos podemos encerrar, como ciertas vanguardias, en el intelectualismo.

¿Ya es profeta en su tierra, aunque le haya costado lo suyo?

No sé si profeta... Empiezo a hacer algo en mi tierra y me siento privilegiado. Ha coincidido el Palau y aquí. Costar significaría que yo he trabajado para que se diera.

¿Se fue porque no veía salidas?

Cuando empezaba, no tenía determinado que quería ser director. He sido pianista y he hecho casi de todo en Valencia de joven: piano, recitales, empecé en el Cor, asistente de maestros... Después las circunstancias me encauzaron a la dirección. Si me hubiera quedado, veríamos si lo hubiera sido...

¿Qué puede aportar a la orquesta diferente a Fabio Biondi y Roberto Abbado?

Quizá ahora pudo aportar juventud. En la dirección de orquesta hay mucho misterio, como cuando debuté con Nabucco sin ensayos. La orquesta sonó diferente. Tomé riesgos porque soy así, igual que me fui a EE UU casi por intuición. Y lo mismo ahora con Aida.

La comparación ahí es con Maazel, que la dirigió en 2010.

Me decían el otro día que con él era 20 minutos más larga.

¿Le asusta la comparación?

No lo había pensado. Siempre da miedo, pero no sé si el público va a pensar en eso. Quizá la minoría de especialistas, que es la que escribe las críticas.

No es común la bicefalia, o tricefalia, en la dirección de una orquesta. ¿Cómo lo ve?

Es verdad, pero en Valencia hay cierta tradición, porque zubin Mehta era presidente del Festival del Mediterrani cuando estaba Lorin Maazel. Es una opción con la que Livermore ha querido experimentar. Yo estoy en un segundo plano. Es un proyecto de cuatro años y vamos a ver. Yo creo en él.

¿Se ha quitado muchos prejuicios al conocer Les Arts por dentro, visto a veces como lugar megalómano y de despilfarro?

Cierto que se ha hablaba de estas cosas fuera y en España. Yo he visto todo muy relajado. Lo diferente de aquí es que se empezó a lo grande, cosa que también ha puesto a Valencia en el mapa.

¿Realmente lo está?

Absolutamente. Tras mi nombramiento aquí, donde voy todo son guaus. La gente ya sabe que en Valencia hay un gran teatro de ópera y ha estado un Maazel y un Mehta. Debemos sentirnos orgullosos, a pesar de los pesares. No creo que haya un teatro en España con estas posibilidades. No tenemos la historia del Liceu, pero tenemos la casa, con 4 auditorios, una sala sinfónica y el monumento en sí. ¡Hay tanto por explotar! Debería ser uno de los iconos de España. No hay otra ópera que fascine tanto. Y más en una sociedad tan visual.

Pero lo negativo „los desprendimientos de la cubierta, la detención de la intendente„ también es a lo grande y también ha llegado fuera, ¿no?

El trencadís, no. Lo otro sí: en el mundo de la ópera algo que pase a un director de teatro es la comidilla. No se sabe qué ha pasado y se sacan conclusiones... Lo que hace falta es dilucidar la verdad. Me gusta pensar que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, pero obviamente es una mancha en la historia del teatro y siempre algo queda aunque se limpie una reputación. Pero la vida de un teatro es cosa de siglos.

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