Desde ahora, cuando se acuda a los orígenes de la explosión del diseño valenciano, probablemente se atenderá a la exposición que ocupa estos días la sala Estudi General de La Nau. La mayoría de las piezas habían permanecido ocultas en carpetas, enterradas en cajones, como una maqueta de los Sex Pistols, ahora que viene a cuento el punk. Porque de eso tiene mucho la muestra Paco Bascuñán y Quique Company. El equipo Escapulari-O y otras derivas, un trabajo primerizo, libre, salvaje y político. Incómodo como dos estudiantes rabiosos, los que formaron este primer equipo Escapulari-O y que acabó dando lugar a La Nave, hito del diseño en la ciudad, cuya huella perdura y se reproduce hoy en día en las decenas de discípulos que se han dedicado a esta disciplina siguiendo el ejemplo de La Nave.

Cuando Company y Bascuñán, amigos desde los tiempos de la Escuela de Artes y Oficios, empezaron a crear en su piso del barrio del Carmen, ni siquiera existía una profesión llamada diseñador gráfico. Tampoco es que ellos pretendiesen inventarla; se dedicaban a crear «en cartones, en material reciclable que encontraban, todo muy humilde», contaba ayer Lupe Martínez, viuda de Bascuñán y comisaria de la muestra junto a Marisa Giménez. Eran los setenta y los últimos brochazos (algunos sangrientos) del franquismo impregnaron la obra de estos dos amigos: los sucesos de Vitoria o Puig Antich fueron dando forma a pinturas y montajes que nunca fueron expuestos, aunque el pasado verano el IVAM adelantó tres piezas en la muestra Col·lectius sota el franquisme. Alguno de esos collages son «tristemente modernos», como el que plasma a los inmigrantes en Clase obrera, «que pueden ser los sirios de hoy» y forman parte del imaginario revolucionario de ambos artistas.

Se llamaron Escapulari-O porque eran anticlericales y por el juego lingüístico con el valenciano en una época oscura para la lengua propia. Vivieron su juventud a la contra, expusieron en la intimidad y la obra se dispersó en unas cuantas casas amigas. Luego ambos estuvieron en la génesis del grupo Enebecé y, sobre todo, en La Nave. Dentro de ese colectivo fueron los responsables de crear el logo para ACTV, local que fue concebido como un espacio underground para la vanguardia musical y del videoarte; acabó siendo la catedral de la Ruta del Bacalao.

Ahí están sus carteles de la época, sin embargo, bebiendo de Lynch o de La naranja mecánica de Kubrick con una inclinación al punk primerizo y subversivo. Entre collages se cuelan también lienzos de gran formato, como los que surgieron inspirados por el himno latino Dies irae y convertidos en manifestaciones antirreligiosas; o los que brotaron de la lectura de la obra «blasfema» sobre los Borgia de Apollinaire. Los dos amigos estuvieron juntos hasta el final. Paco murió en 2009, Quique lo había hecho cuatro años antes. El primero alcanzó mayor reconocimiento después de separar sus caminos profesionales. «Quique vivía sin darse de alta en la luz y le decía a Paco que era un burgués», contaba Martínez. Una obra a cuatro manos realizada en 2004 como tributo al espacio La Esfera Azul, les hizo fundir su talento por última vez.