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Música crítica

Excelencia berlinesa

Sociedad Filarmónica

Palau de la Música (valencia)

Int. Quinteto de Cuerdas de la Filarmónica de Berlin, Luiz Filipe Coelho y Romano Tomassini (violines), Wolfgand Talirz (viola), David Riniker, (cello) y Janusz Widzyk (contrabajo).

Muchos grupos de cámara se han presentado en la SFV: la mayoría correctos y algunos excelentes. Solo así merece ser calificado el Quinteto de la gran Filarmónica de Berlín. Por dominio absoluto ante el instrumento, por complicad „algo fundamental„, y por la «fácil» comodidad con la que encuentran el punto justo a cada obra y en cada compositor, aplicando el barniz del estilo. Iniciaron la velada con el Quinteto nº 3 en mi b mayor op.97, de Dvorak, impregnado de los ecos de su bohemia natal que el autor escribiera al año siguiente a su llegada a Norteamérica. De ahí, su sobrenombre de «quinteto americano». Apreciamos el dominio y control del compositor con el género por su claridad de ideas en cada movimiento y los de Berlín no hicieron más que traducir toda la intensa fluidez del texto en el que, por momentos, se escucharon influencias absorbidas por el músico bohemio de las músicas del Nuevo Mundo.

En la Sonata para cuerda nº 3, de Rossini, cambiaron los colores y la textura del grupo con especial presencia y lucimiento el violín segundo, contando el seguro apoyo del contrabajo. No desaprovecharon los amigos berlineses la reelaboración de Respighi sobre diversas piezas antiguas anónimas así como del francés Besard y del italiano Roncalli tratadas con respeto pero enriqueciéndolas en la armonización e instrumentación.

El zenit de la noche llegaría con la intimidad de I Crisantemi, de Puccini, una corta y exquisita página cuyos temas el músico utilizaría en su ópera Manon Lescaut. Se trata de una sentida pieza elegiaca, escrita a la muerte del Amadeo de Saboya en 1890. Sería difícil pensar en un momento de comunión musical, más íntimo que el ofrecido por los filarmónicos berlineses. Terminaron Riniker al contrabajo -con la enmarañada Fantasía, de Botessini sobre La sonnambula- y el brasileño Coelho al violín, -con La Ronde de Lutins, de Bazzini-, todo trufado de triples saltos mortales que ambos sortearon con afinación y sin vaguedades circenses. Piazzola fue el premio por los aplausos y ovaciones.

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