Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Punto de inflexión

La tarde del pasado viernes en Sevilla marcará un antes y un después en la temporada. Antes y después de Morante, que cinceló una obra maestra de una emoción indescriptible, inaudita, solo al alcance de los más grandes. Antes y después del Juli, que sacó la raza de torero conquistador y cambió, en el último suspiro, las mieles del triunfo por el sabor amargo de la cornada. Y antes y después de Roca Rey, un gallo joven que arrasa con todo lo que encuentra a su paso y que va para figura grande. Tres revoluciones distintas bajo la bandera común de la torería. Cada cual con sus mejores armas. Lo que ocurra a partir de ahora habrá que referirlo a lo sucedido en el coso del Baratillo el 15 de abril, Día Mundial del Arte.

El miércoles vivimos otra cumbre, la del toro bravo. "Cobradiezmos", de Victorino Martín, premiado con el indulto. Anda todavía el personal alborotado con su embestida, seria, franca, humillada, con los morros, humedecidos por el esfuerzo, embadurnados de albero. Si muchos matadores tuvieran las narices de Manuel Escribano, su lidiador, se hablaría más de épica y menos de fracaso. Casi nadie se acordaría del penoso espectáculo ofrecido por los "jandillas" el martes y se ensalzaría a "Mensajero", de Daniel Ruíz, que se fue con la gloria intacta a la oscuridad del desolladero; o de "Tristón", de Núñez del Cuvillo, y no del triunfo in extremis de un desdibujado Manzanares. El toro pone a cada uno en su sitio. Como ha sucedido siempre y sucede hoy, aunque los que manejan el cotarro se empeñen en que brille por su ausencia las más de las tardes. El de las patas negras es el que marca la pauta, el que descubre quién está en buen momento y quién no; el que mide las posibilidades reales de los nuevos valores de la tauromaquia. El que jubila inmisericorde actitudes chulescas y trasnochadas. Pasó en Valencia, está pasando en Sevilla y pasará en Madrid. Un toro bravo, un torero macho que le dé sitio e importancia y la fiesta es otra.

Como otra es la disposición que traen Garrido y Ureña. El pacense tragó quina ante un ejemplar serio y exigente del Cuvillo que le rasgó la taleguilla de arriba a abajo, en un suspiro que se nos hizo eterno. Antes había toreado con entrega absoluta, dejándole la muleta muerta al bicho en la cara y pasándoselo por la barriga muy de verdad. El lorquino es el paladín de la pureza, portador de una técnica y un sentimiento exquisitos que le valieron las dos orejas de un bravo Victorino. Ojo a esta pareja de ases que saben jugar sus cartas con inteligencia.

Y, sin solución de continuidad, llega hoy la corrida de Miura que cierra la Feria de Abril. La vuelta de Javier Castaño a los ruedos tras superar un cáncer de testículos y el reencuentro de Manuel Escribano con la afición sevillana tras el indulto de "Cobradiezmos". Qué Dios reparta suerte.

Compartir el artículo

stats