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Crítica de teatro

A Chénov le hubiera gustado

«Atchúusss»

teatro olympia (valencia)

Dramaturgia sobre textos de A. Chénov: Enric Benavent y Carles Alfaro. Int: Malena Alterio, Ernesto Alterio, Enric Benavent, Adriana Ozores, Fernando Tejero. Vestuario: María Araujo. Dirección, escenografía e iluminación: Carles Alfaro. Producción: Pentación.

Uno de los grandes deseos de Chéjov era que se le consideran a sus obras como comedias. El problema que se encontró es que, como buen médico, tenía que diagnosticar el corazón humano tal como es. Y el ser humano no solo es comedia. Por ello, cuando en su obra quiere expresar comicidad, aparece la inevitable melancolía. La realidad, como suele ser habitual, rompe el deseo que ya tenía en su juventud, cuando, con el seudónimo de Chejonte, intentó que sus cuentos y obras teatrales tuvieran como eje la diversión, el regocijo con las situaciones y personajes. Pero, como se demuestra con esta dramaturgia (E. Benavente y C. Alfaro) a raíz de una miscelánea de textos, su deseo tampoco se realizó. Si bien dan cuenta del lado cómico del autor ruso, sus personajes y situaciones son más complejos de lo que parece. Más reales. Ese es su secreto poético.

Esto es lo meritorio de este montaje, redescubrirnos el lado más divertido del autor ruso. Y lo hacemos con un imponente montaje teatral. Si, como decía Strelher, la función del director es crear de modo personal, pero con la condición de que se resalte el texto y no es esconda, esto lo hace de manera magistral Carles Alfaro en su vital, rítmica y encantadora puesta en escena. En ella incluyo el vestuario, la iluminación, el espacio escénico, y, sobre todo, el diseño interpretativo. No solo hay cinco magníficos actores en escena, sino también una dirección de los mismos muy precisa, y pensada, y al mismo tiempo eficaz. Porque estos hacen lo más difícil todavía: sobreactuar y ser creíbles. Muy creíbles. Podría exponer las virtudes de cada uno, resaltar algunos momentos, pero eso se lo dejo al espectador, ya que hay mucho para disfrutar en este trabajo desde la perspectiva actoral (además, claro, de la textual). Hasta el grito tiene sentido, y organicidad, como acontece en la última escena repleta de tantas chispas que hasta echa humo. A Chejov le hubiera gustado. Sin duda.

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