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Magía creativa en Beneixida

El estudio de plástica que comparte con Sebastià Carratalà está en la planta baja y la biblioteca en el primer piso, donde también está la espacio donde escribe

Magía creativa en Beneixida

«La tarea del arte es transformar lo que nos ocurre continuamente», escribió Jorge Luis Borges. Y Joan Fuster decretó que los libros no suplen la vida, pero la vida tampoco los libros. Entre Borges y Fuster, dos intelectuales siempre actuales, anda Anna Moner (Vila-real, 1967). Igual que su casa en Beneixida, en la planta baja el estudio plástico que comparte con su compañero Sebastià Carratalà, de donde va saliendo la mejor obra a cuatro manos y dos cabezas de esta orilla del Mediterráneo; y en la primera planta, la biblioteca y la mesa de la autora de El retorn de l'Hongarès. Entremedias un mundo, el mismo universo que transita entre el escritor argentino y el pensador de Sueca.

En las librerías de Moner hay novelas, ensayos, poesía, tratados de filosofía, historias de arte, de música, de magia y volúmenes sobre el paisaje. Toda una anatomía sobre el perfil de una artista que explica su exitosa irrupción como escritora. El retorn de l´Hongarès ganó el premio Alfons el Magnànim y abrió las puertas a una escritora total, exquisita en el lenguaje, misteriosa en la trama, escrupulosa en la forma y detallista con los personajes. Pero hubo un antes, de relatos cortos La Venus i el lliri, Les fineses de l´ànima. Una obra teatral compartida, La morta enamorada y la primera novela, Les mans de la deixebla, que también fue galardonada, con el Enric Valor de la Diputación de Alicante.

Un trayecto desde la absoluta naturalidad con la que pinta y escribe. La misma que exhibe cuando defiende los concursos literarios o su condición de mujer que escribe en valenciano. Aunque para ser justos, y con un aplastante argumento sin disonancia, una condición que habitualmente evitaríamos, o no resaltaríamos, si se tratará del otro género.

La excepción de Lozano

Aunque el eclecticismo es un término maltratado, sostiene que no le gusta hacer una lista o etiquetar a sus autores preferidos, con la excepción de Josep Lozano. Hace tiempo que nadie hablaba del autor del Crim de Germania, quizás nuestra mejor novela histórica, antes del boom actual. «Per al poble de València s´hi havien organitzat alimares pels carrers; alcancies i jocs de canyes al pla del Real; correbous a la plaça del Mercat i una gran caldera de sopes de pa eixut davant la porta de la Seu», escribió Lozano en 1980, y desde entonces no hemos asistido ningún otro banquete literario parecido.

En El retorn de l'Hongarès, Moner aprovecha los recientes estudios de criminología para resolver los asesinatos en serie que sucedieron en mayo de 1897 en París. Una pirueta literaria, y al mismo tiempo científica que a la vez navega por la historia del arte, con muy buen resultado y que ha atrapado a miles de lectores desde hace dos años, que la siguen reclamado en múltiples Clubes de Lectura, que le agraden el detallismo del relato.

Pero sin descuidar una perspectiva tremendamente artística, y recuerda una cita de Oscar Wilde: «El arte no pude herirnos». Desde ahí entra en la parte más oscura de la naturaleza humana, porque, según ella, de las cosas fáciles nunca aprendemos. Igual por eso la realidad siempre supera la ficción. La clave de la novela está en la mirada interior de la protagonista, Sara Bongard, una joven antropóloga forense. París sirve de escenario, una ciudad que estudió al detalle, incluso sobre el terreno.

Nueva novela

La mirada literaria de Anna Moner sigue también la estela de Oscar Wilde, pues «no existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo». Y en eso está, escribiendo una nueva novela, de la que no cuenta nada, sabedora que muchos de sus fieles lectores no le perdonarían un «spolier», ese término ingles, que hemos hecho tan propio. No existe una Moner artista y otra escritora, aunque por la mañana puede estar más entre lienzos, pinturas o placas metálicas y prefiera la tarde para las letras. El silencio de una buena música acompaña el proceso creativo, y como casi todos los escritores es capaz de escribir y llevar en danza varias lecturas distintas.

Seguramente el camino del arte recomienda pocas miradas retrospectivas, y cuando se agolpan las lecturas resulta complicado descifrar las primeras, pero cuando la conversación brota de manera natural termina saliendo. Se levanta y va a por unos libros conocidos por una generación, aquellos que habían en las casas para hacer el paripé, o sea tapas duras ilustradas con los nombres más sonoros de la literatura universal. Y hojea el de Shakespeare.

Un buen libro siempre es una provocación, dijo Joan Fuster, aforismo que seguro se puede aplicar a cualquier disciplina artística, incluso la segura naturalidad de Anna Moner.

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