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Músico

El maestro Padilla cotiza al alza

El Ministerio de Cultura intenta adquirir por subasta la «Sinfonía Portuguesa» del músico andaluz para incorporarla a la Biblioteca Nacional - «València» es el pasodoble del compositor que llevó el nombre de la ciudad por todo el mundo

El maestro Padilla cotiza al alza

José Padilla (1889-1960) nació en Almería y murió en Madrid. Pero su «València» es universal. El autor del pasodoble que lleva el nombre de la ciudad está cobrando protagonismo en los últimos días. En el último año reviven poco a poco, obras de la primera mitad del siglo XX que en las décadas más recientes parecían condenadas al olvido.

En la línea del boom de subastas de cuadros de Sorolla que tuvo su foco de luz en el último mes o el interés por restaurar partituras interpretadas en los años veinte, las composiciones de José Padilla también han vuelto a tomar valor. El Ministerio de Cultura recupera su legado e intenta, mediante subasta, adquirir una de sus partituras para incorporarla al patrimonio artístico nacional: «Symphonie Portugaise», estrenada en 1949 en París, ciudad donde el maestro estuvo afincado durante años. El documento fue sacado a subasta el 21 de junio desde la sala Durán, en Madrid, y tenía un precio de 90 euros.

El gobierno español pretende hacerse con él a través del derecho de tanteo para incorporarlo a la colección de la Biblioteca Nacional Española. La partitura esta dedicada, mediante autógrafo manuscrito a Eduardo Aunós, político y ministro de Justicia entre los años 1943 y 1945, durante la primera década de la dictadura franquista.

Escrita para teatro musical por los libretistas franceses Marc-Cab y Raymond Vincy y con música de Padilla, esta obra forma parte de la Biblioteca Nacional de Francia y en camino está de pertenecer, también, al archivo cultural de nuestro país. Actualmente, la Biblioteca Nacional solo contiene archivos de audio con algunas de las obras del compositor de Almería entre las que se encuentra la conocida «La violetera», interpretada por la valenciana Lucrecia Bori y acompañada de una orquesta que perfila las notas cuidadosamente ordenadas por Padilla.

París como escenario

La partitura que ahora quiere adquirir Cultura, la «Symphonie Portugaise» fue interpretada como una opereta en el prestigioso teatro parisino Gaîté lyrique (ahora reconvertido en un centro cultural dedicado a las artes digitales y la música contemporánea) el 27 de octubre del año 1949. Su interés e inspiración por la cultura portuguesa vino de la mano del amor de su vida: Lydia Ferreira, cantante portuguesa que le acompañó durante más de 30 años. La «Symphonie Portugaise», una referencia musical a la cultura lusa, fue una de los muchos guiños que Padilla dedicó al país vecino. Así, fue compositor de piezas musicales como «Romance au Portugal» y «Estudiantina portuguesa», una obra que se cantó durante la Revolución de los Claveles de Portugal que terminó con la dictadura salazarista.

La virtuosidad de José Padilla con el piano y la composición le valió el reconocimiento de su obra como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el centenario de su nacimiento, así como decenas de homenajes en el mundo entero.

Todo valenciano ha cantado alguna vez el pasodoble que define a la tierra «de las flores, de la luz y del amor». El compositor de la obra que hizo viajar el cap i casal a los mejores auditorios de Europa y América, pronto exportó sus creaciones a otros lugares y se dispuso a dar la vuelta al mundo con sus melodías. Padilla no escatimaba en estilos y llegó a componer desde zarzuelas y pasodobles hasta tangos o fados. Sus viajes alrededor del mundo le permitieron conocer las músicas autóctonas y le hicieron convertirse en un compositor completamente versátil.

Parece que una misma época culmine en un mismo destino. Al igual que su coetáneo Joaquín Sorolla, José Padilla siempre fue valorado en grandes ciudades como París o Buenos Aires y aunque en España se reconocía su virtuosidad, la historia no ha terminado de hacer justicia a su figura y su obra. Ahora, ambos reciben un foco de atención y sus creaciones toman valor de nuevo. De alguna forma, Sorolla y Padilla caminan en paralelo y reviven, a través de sus obras, aquellos tiempos en los que sus nombres se oían hasta en el más recóndito de los pueblos.

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