En el palenque de la Ribera nos volvimos a encontrar con la luz cruda del sol y el sentimiento de la historia acumulada de una maravilla de plaza a la vera de la Basílica de San Jaime. La impresión del conjunto se acentúa al echar pie a tierra en la calle Montaña. Tras romper el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por el pastor local Esteban Rodríguez y el malogrado torero Iván Fandiño.

Abrió la tarde un novillo con poca fuerza que recibió tres puyazos. Tras una lamentable lidia, Alejandro Conquero intentó torear con estética para realizar una labor de esfuerzo. La falta de oficio del joven con la espada y la nula cordura de la cuadrilla apunto estuvieron de mandar al utrero de vuelta al corral tras escuchar dos avisos. El que hizo cuarto, precioso de hechuras, fue un buen novillo a pesar de abusar de él en el caballo. Templado y poderoso inicio por abajo de Conquero pero no acabó de cogerle el aire. Solo al final de faena toreó con suavidad y relajo. Una estocada con travesía al segundo encuentro fue suficiente para finalizar su quehacer.

Aitor Darío, «Gallo», se enfrentó al que hizo segundo de la tarde, un animal que demostró poder en el caballo y derribó al primer encuentro. En la muleta fue mirón y orientado y el novillero tuvo nulas opciones. Dejó una estocada entera al tercer encuentro. El que cerró plaza fue un novillo serio y con poder de Partido de Resina que, además, tuvo movilidad y recorrido por ambos pitones. El mejor animal que saltó al ruedo durante toda la tarde. Valió la pena esperar. «El Gallo» aprovechó las virtudes con temple y disposición. El conquense hilvanó su labor por el pitón derecho y no tuvo la misma confianza en la mano izquierda. El joven supo resolver la papeleta de este novillo y en tardes como las de ayer, eso se debe valorar. Una estocada entera al tercer intento emborronó su mérito. Antes del tradicional descanso, Algemesí intentó despertar del letargo con el rejoneo pero no pudo. Un toro parado de Prieto de la Cal, despuntado reglamentariamente, aguó la disposición de Roberto Armendáriz. Hasta tres rejones de castigo utilizó el jinete navarro. Arriesgó sin lucimiento en banderillas y dejo un rejonazo delantero. Tardó en caer el animal con hechura de toro y utilizó el descabello. A pesar de la tarde, el corazón de Algemesí se ha poblado de los designios más felices de su latir y está con fe gracias a su sensibilidad.