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Artes escénicas

La escena más cercana

Las salas «off» de València reivindican un mayor respaldo institucional y exigen una ley propia

La escena más cercana

No busque un mapa «oficial» de las salas de teatro off de València porque no lo encontrará. Ni siquiera por internet, donde hoy se puede encontrar hasta una aguja en un pajar. Esta es precisamente una de las reivindicaciones del sector de las salas off, alternativas, independientes o privadas, porque a cada una le encaja mejor o simplemente le gusta más una etiqueta que otra.

Desde sus butacas el espectador siente la respiración del que sube a las tablas. «No es lo mismo tener al actor a 30 metros que a dos», dice Pedro Giménez, director de la Sala Off (calle Turia, 47). «Se crea un vínculo actor-espectador», asegura. Forma parte del encanto. Un cara a cara con la escena.

Pero, ¿quién ocupa sus patios? Desde la Sala Russafa (calle Dénia, 55), su gerente, Juan Carlos Garés, huye de perfiles. «Se trata de llegar a todos los públicos, y el nuestro es muy heterogéneo. Sí te puedo decir cuál es el público ideal: el que disfruta de todo tipo de espectáculo, que lo hará más crítico y exigente».

Aurelio Delgado, director de Carme Teatre (calle Gregorio Gea, 6), apunta a un público, mayoritariamente, «joven, aunque cada vez tenemos más público de edades comprendidas entre los 40 y 60, a los que les interesa el teatro en general y la renovación de la escena en particular». «Le interesa un tipo de teatro que se desprende de las fórmulas convencionales y busca el riesgo y la experimentación en nuevos lenguajes escénicos». Además, destaca que cuentan con un espectador «familiar», que quiere para sus hijos «un teatro que se salga un poco de las fórmulas habituales en el teatro infantil».

«Muy variado» es también el público que acude a disfrutar de la programación de otra de las salas off de la ciudad: Teatro Círculo (calle Prudenci Alcón i Mateu, 2). Así lo explica Miguel Cantero, miembro del proyecto de la sala. «La nueva ubicación en el barrio de Benimaclet nos ha reportado, además de la comunidad vecinal con un amplio abanico de edades, el contacto con un gran número de colectivos y de universitarios, ya que estamos muy cerca de la Universidad Politécnica de València», dice.

En busca de la «autosuficiencia»

En su día a día, las salas de formato más íntimo pelean en cada función por la «autosuficiencia», apunta Garés. Puede que el número de estos espacios en València no su supere el de los dedos de ambas manos, pero a sacrificio no hay quien les gane. «Nosotros llevamos siete temporadas -señala Garés- y los números no acaban de cuadrar». Lo saben bien, pues abrieron en pleno «fragor» de la crisis, en 2011. «La cultura en general ha sido una de las grandes perjudicadas», sostiene.

Cantero explica que en Círculo «estamos enfermos de desgaste, el que supone enfrentarse a una programación y normativa y unas leyes injustas y que nos desfavorecen, pero estamos sanos de energía y de ilusión», dice sin perder el ánimo.

En opinión de Delgado, la situación del sector responde a que «se hacen esfuerzos satisfactorios para que en la ciudad de València haya una oferta variada. Se programan compañías de todo el territorio español y también algunas extranjeras, se lanzan nuevas propuestas, que incluyen la potenciación de la creación contemporánea, se atiende a las dramaturgias contemporáneas, tanto en el campo de los adultos como el familiar, se sigue investigando y experimentando. Incluso se atiende a dramaturgias olvidadas, como las valencianas del siglo XX», aplaude.

Pero, «a pesar de todo este ímpetu, creo que la salud de nuestras salas -dice Delgado- es la misma que la del teatro en nuestra ciudad. No tenemos un público, en general, interesado en las artes escénicas. Falta la promoción y la difusión necesarias, desde el ámbito de la cultura y de aquellos que pueden llevarlas a cabo, para hacer del hecho de acudir al teatro un acto habitual y necesario. Faltan los estímulos que despierten al ciudadano y lo liberen de cierta apatía cultural», lamenta el director de Carme Teatre.

Respecto a si han notado cambios en los últimos años, Cantero lamenta que «hasta hace un par de meses seguíamos pagando el 21 % de IVA». Delgado, por su parte, destaca que «el esfuerzo en nuestra programación y el poner en marcha nuevos proyectos, se ha visto compensado» en algunos montajes que «son auténticos éxitos, pero, aún así, es difícil fidelizar al público».

Reconocimiento y ley propia

Ante esta situación, los responsables de las salas off consultadas relacionan las urgencias de acucian al sector. Según Garés, una de ellas es que haya un reconocimiento por parte de las instituciones de su profesión, «totalmente vocacional y que implica un gran riesgo», pero apunta: «no es solo cuestión de subvenciones». «Se debe dar a nuestra profesión una excepcionalidad cultural como la que dan otros países a sus creadores, hay que dar mimo», solicita. Es decir, «apoyo responsable por parte de los organismos públicos que permita y facilite el trabajo de este sector», añade Cantero. Garés critica, además, el «limbo» en el que se encuentran los teatros en cuanto a licencias de actividad.

Giménez se muestra más combativo al respecto y recuerda que mantiene la Sala Off cerrada desde el año pasado por la ausencia de la licencia, que les permita ejercer su actividad. «¿En qué ciudad se ha visto que sus teatros no tengan licencia como tal y que tengan que irse a los polígonos?», señala indignado, después de recordar que tuvieron que hacer «una inversión importante» en el espacio. «No sientes el apoyo de respetar tus derechos», lamenta Giménez.

Delgado explica bien la problemática de las licencias. El sector de las salas valencianas en general, y no solo las llamadas salas alternativas, necesita con «urgencia una ley que nos otorgue una licencia definitiva que posibilite realizar nuestras actividades con todas las garantías». Actualmente, «todos los teatros valencianos estamos hablando con la administración para que esto se cumpla». La ley actual, explica, equipara a los teatros con lugares de ocio nocturno, tales como las discotecas «y nos exige las mismas condiciones a todos los niveles que a las mismas, lo que es casi imposible de cumplir dentro de la ciudad de València». Entre otras cosas, apunta Delgado, exige que los teatros se ubiquen en edificios exentos, sin concomitancia con vecindario ni por arriba, ni en ninguno de sus lados. «Esto es algo que se debe solucionar urgentemente con una ley que considere el carácter cultural de nuestra actividad y las diferencias que se establecen con locales de ocio nocturno». «Estamos expuestos a que en cualquier momento puedan cerrar la mayoría de salas y teatros de nuestra ciudad».

«El cambio político nos esperanzó, se abrieron las expectativas y la ilusión, no tanto por quién venía, sino por el cambio. Es cierto que se necesita tiempo y que en estos dos años, al menos, ha habido un cambio de intenciones, pero eso se debe traducir en hecho concretos», sostiene Garés. «Parece que van a coger las riendas y habrá un timonazo para consolidar un sector muy vapuleado». Pese a todo, prefiere no entrar en el tema de los presupuestos, aunque de puntillas lamenta que son «absolutamente insuficientes». A lo que Cantero añade que «hacer una ley que tenga realmente la cultura como una inversión y no como un gasto».

Los retos del sector

En cuanto a los retos a los que se enfrenta el sector de las off, Delgado apunta a «atraer al público y fidelizarlo», que las compañías valencianas «puedan trabajar en las mejores condiciones y expresar su creatividad de forma habitual y continuada; es necesario eliminar la precariedad económica en la que se desarrolla la actividad teatral». En la misma línea se expresa Cantero. Para él, las metas son «ser coherentes artísticamente» y «la necesidad de dignificar los salarios de las artes escénicas».

Según Garés, hay que «contar con profesionales valencianos, con trayectoria o recién aparecidos, consolidar una profesión machacada y diezmada. Muchos se han tenido que marchar fuera o abandonar la profesión. Hay que hacer un acercamiento a las creaciones made in València». Giménez reivindica a las instituciones que «se tome en serio al sector». «En cultura el respaldo es cero». «Es necesario -indica- que haya un mapa de las salas de la ciudad, que se haga publicidad conjunta con la programación de todas las salas», dice. «En vez de hacer grandes producciones que ayuden a los teatros de barrio», sostiene.

«Ello -ese apoyo al sector off, abunda Delgado-contribuiría a la normalización de la profesión y por tanto de nuestro teatro de lo que naturalmente redundaría en beneficio de la calidad de la programación en las salas, las artes escénicas en general y, en definitiva, del público».

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