A las 15.45 horas un grupo de personas cargando grandes fundas de guitarra se reune a las puertas de la Sociedad General de Autores (SGAE) de València. Van llegando, se saludan, charlan y alguno fuma. En ese momento, por la acera de la calle Blanqueries el grupo ve llegar a dos hombres, gitanos en pantalón vaquero y deportivas. También cargan con fundas de guitarra y uno de ellos, con su melena larga, le tiene cierto aire a Víctor Mature en «Sansón y Dalila» antes de que al héroe bíblico le cortaran el pelo. «Ahí está el jefe», dice uno de los que espera frente a la SGAE. «La leyenda», replica otro. Cuando los dos hombres llegan hasta ellos, se produce como un silencio admirativo. «Buenas tardes», dicen los recién llegados. «Buenas tardes», les contestan igual de bajito.

«El jefe», «la leyenda» es, ni más ni menos, que José Fernández Torres, «Tomatito». El hombre que con su legendaria guitarra acompañó a Camarón de la Isla desde «La leyenda del tiempo» hasta su muerte, que ha compartido escenario y estudio con Paco de Lucía, con Enrique Morente, con Frank Sinatra, con Chick Corea, con Michel Camilo... Se trata, desde que murió Paco de Lucía, del guitarrista flamenco más conocido en el mundo, el que más reconocimiento y prestigio tiene. Quien le acompaña es su hijo, José del Tomate, y los dos van a ofrecer una clase magistral sobre lo suyo a una docena de guitarristas que han pagado entre 20 y 40 euros por estar ahí las próximas cuatro horas.

«¿Qué queréis?» pregunta el maestro una vez los alumnos se han sentado a su alrededor y han sacado sus guitarras. «¿Soleares, bulerías, tarantas?». Nadie contesta aunque las guitarras no paran de sonar, al parecer sin ningún objetivo en concreto. «Los flamencos somos autodidactas, así que estos talleres dan la oportunidad ya no tanto de enseñar a tocar sino de contar cosas y dar algún consejo», ha explicado «Tomatito» a Levante-EMV antes de empezar. «Y para mí siempre es agradable tener contacto cercano con otros guitarristas y con gente que está empezando. El consejo que les doy es que estén enamorados de su guitarra como yo lo estoy de la mía».

Tomatito, claro, nunca fue a ningún taller de flamenco organizado por la SGAE. Ya tenía bastante en casa. José es hijo de José «Tomate», nieto de Miguel «Tomate» y sobrino del legendario Niño Miguel. «No sé si es una cuestión de genética, pero tocar la guitarra es más fácil cuando creces en una familia en la que el flamenco siempre ha estado presente. Mi hijo es guitarrista y mis nietos chiquititos ya están empezando».

Mientras «Tomatito» contesta a las preguntas y reconoce que sigue aprendiendo viendo vídeos en internet de Pat Metheny o George Benson, José del Tomate afina su guitarra. «Mi hijo es muy buen guitarrista, pero sobre todo es obediente y educado. Siempre he pensado que para ser un buen artista hay que tener responsabilidad y formalidad, ser serio. Después ya sí gracias a Dios tienes talento, mejor». «Yo no soy ni un genio ni un ídolo -insiste a continuación-. Genios e ídolos eran Paco (de Lucía) y Camarón. Y yo fui un privilegiado por tocar con ellos».

Pero los guitarristas que participan en su clase magistral sí piensa que «Tomatito» es un genio y una leyenda viva de la música. «Yo sólo con oírlo hablar tengo bastante», explica Casimiro y reconoce que le da cierto apuro desenfundar su guitarra y tocarla delante de él. «Es como si fueras aprendiz de cocinero y te pusieras a cocinar delante de Ferran Adrià». «Hemos venido a ver al jefe -añade Paco-. No hemos venido tanto a que nos enseñe falsetes (pequeños fragmentos musicales) sino a tenerlo delante». «La técnica no la vas a aprender en cuatro horas -aporta Manuel a la conversación-. Lo que aporta un taller como éste es la experiencia de tocar con él».

«Soleás» y consejos sobre uñas

Durante los primeros minutos de la clase magistral los oídos profanos sólo escuchan un batiburrillo de sonidos de guitarra y de frases sueltas del tipo «si no levantas mucho las manos suena mejor», «quiero un Mi al aire» o «tiene que sonar la tercera con la melodía». De repente, la guitarra del maestro se arranca con una «soleá» mientras marca el compás con sus zapatillas Puma totalmente blancas. «Este sería el tiempo -indica a los alumnos-. Un poco complicaíllo, pero será bonito».

Los alumnos ya han perdido la vergüenza y le van preguntando. «Me gustaría ver cómo hace la técnica del rasgueo», le dice uno. A continuación alguien le dice algo sobre la técnica del «abanico». «Yo esa ya hace años que no la uso -le contesta «Tomatito»-. La usaba cuando era jovencillo y tocaba en los tablaos. Es más fácil, pero igual por eso me gusta más esta que es más difícil». Otro alumno le pregunta por una pieza que grabó hace años. José ríe apurado. «Ya ni me acuerdo. Cuando grabo con un cantaor las sacó en el estudio y no las vuelvo a repetir. Lo que más me gusta es inventar». Otro le pide consejo sobre cómo endurecer las uñas para que no se le rompan al tocar. «Yo nunca me he tenido que poner nada, en eso he tenido suerte», le contesta el maestro. «Química Alemana es muy bueno», tercia su hijo a continuación.

La clase sigue. «Tomatito» se arranca con una pieza que, según explicará, tocó alguna vez junto a Enrique Morente. Su hijo se le une rápidamente. Cuando ambos acaban, los alumnos que escuchaban atentos con las manos sobre sus guitarras se apoyan en el respaldo de sus sillas como movidos por un mismo resorte. «Ole», suelta uno en voz baja, como sin poder evitarlo.