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Crítica musical

176 teclas a cuatro manos

176 teclas a cuatro manos

Obras de Babin, Brahms, Schubert, Lutoslawski y Ravel.

Palau de la Música de Valencia. Sala Rodrigo (valència)

Intérpretes: Adolfo Bueso y Victoria Alemany, dúo de pianista

Interpretar un repertorio a dos pianos o en un único teclado a cuatro manos es una alternativa tan atractiva como inspiradora que, aunque en el XVII y el XVIII se dio en el clave y en el órgano, no es hasta el siglo XX cuando toma carta de identidad. Aquí lo dieron a conocer, aun niños, los hermanos José y Amparo Iturbi, y puntualmente García Chornet, Pérez Blanquer, Oliver y Apellániz. Y por supuesto, Adolfo Bueso y Victoria Alemany, activos docentes en el Conservatorio Superior de Valencia.

A él le escuchamos hace pocos meses unas embriagadoras Noches de Falla y ella fue pianista del Taller de Ópera del Palau de la Música junto a Chova, Lloris y Díaz Zamora.

Para su presentación en la Sala Rodrigo, del Palau de la Música de Valencia, Bueso y Alemany no se dejaron confundir por un repertorio de brillo aparente sino que arriesgaron al máximo con obras exigentes en lo técnico y no menos en lo musical. La Fantasía sobre un tema de Telemann del ruso Víctor Babin, abrió con seguridad y aplomo la sesión, mostrando la compenetración del dúo siempre atentos al mínimo gesto y percibiéndose en cada acento. Fue en las Variaciones de Brahms en las que se evidenció que el espacio de la Sala Rodrigo no era el más apropiado para dos pianos y para la envergadura del programa. La sala estuvo prácticamente llena y bien podría haberse programado en la Iturbi.

El tema de Haydn y el Finale acogieron las ocho variaciones en la que el autor repasó todo tipo de dinámicas con una escritura endiablada superada por nuestros pianistas con pericia y resuelta con la matización necesaria.

Sin duda alguna, la perla del programa fue la Fantasía en fa menor, de Schubert, una pieza delicada en su escritura, de arriesgada sutilidad y en la cual ambos pianistas, en un piano y a cuatro manos, se mostraron con una gran musicalidad, bordeando y bordando el fraseo y cantando de manera espléndida cada línea melódica. Tambien a un solo piano, el primer Ravel de Ma mere l´oye devolvió un clímax de intimidad y de descripciones múltiples finamente ofrecido por sus veinte dedos.

Pero con las Variaciones Paganini de Lutoslawski y La Valse de Ravel, las 176 teclas de los dos magníficos Steinway brillaron y brincaron es un ejercicio de equilibrio que ambos pianistas sortearon con el mejor doigté y convincente uso del double echappement. Cerraron con una bien balanceada Habanera de Ravel. Final con el público en pie.

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