El Levante UD ya está otra vez en Primera. Con los mejores. El club "granota" volvió a entrar ayer el cielo en el año de su Centenario, justo cuando más lo necesitaba. El cuarto ascenso a la élite tiene una trascendencia suprema. Es el ascenso del siglo. Supone el reimpulso estructural de una sociedad que ha lidiado con la desaparición en el último año. A punto de poner fin al proceso concursal, el Levante UD entra ahora en un escenario idílico. Una gestión sensata liderada por Quico Catalán y un grupo honesto de futbolistas, conducidos por el valiente Luis García Plaza, son las claves de un éxito histórico, sólo al alcance de los verdaderos héroes. Héroes a los que les espera un premio justo. El Levante UD apostará por el mismos grupo para jugar en Primera. Ya era hora que alguien rompiera los tópicos: El dinero no lo es todo en el fútbol. Ni lo será a partir de ahora.

La tarde gloriosa del Levante UD se gestó en tres frentes: Orriols, Alicante y Salamanca. Con el partido ante el Castellón encarrilado rápidamente, la atención se centró en los resultados del Hércules y el Betis. El primero remontó ante el Rayo en la recta final, pero el Betis no pudo pasar del empate, resultado que dio el ascenso matemático al Levante UD segundos antes de que finalizara su partido.

Cuando la mayor parte de la grada trataba de sintonizar la mejor emisora para recibir noticias de Alicante y Salamanca, un zapatazo de Juanlu y otro de Xisco Muñoz, interrumpieron todo intento de conexión con el exterior. Sólo un instante tardó el Levante UD en cumplir con su objetivo: Dejar al Castellón tumbado sobre la hierba, implorando al cielo para que alguna fuerza divina detuviera el acoso al que estaba siendo sometido. Treinta años atrás, en pleno apogeo de los estimulantes, cualquiera habría sospechado de la febril salida de los futbolistas del Levante UD al campo. Parecía una manada de búfalos desbocada, capaz de derribar una ciudad entera. No era una cuestión de química, sino de alma. La misma fuerza poderosa que ha convertido al Levante UD en un equipo de fútbol ejemplar, un colectivo que interpreta el fútbol con un sentido del corporativismo extraordinario.

Encarrilado el partido, el Levante UD puso los pies sobre la hierba, cerró espacios y fijó su atención en la pelota. Un homenaje para la grada, que disfrutó de la versión más ultraterrenal de su equipo. Xisco Campos y Pol, los dos centrales del Castellón, desearon hacerse pequeños y esconderse bajo una brizna de hierba. Rubén, entre líneas, y Juanlu y Xisco desde las bandas, transportaban al área rival la pelota con suma facilidad, mientras Pallardó se multiplicaba su faena. Del Castellón apenas hubo noticias ofensivas. Ulloa, el amigo del Betis, no olió el balón ante Ballesteros, que en su papel de mariscal no le dejó respirar. Y el resto, un par de tiros lejanos, fue solventado por Reina, ayer vestido completamente de rojo.

El dominio del Levante UD se manifestó con dos goles más, ambos anulados con fuera de juego a Javi Guerra y Robusté. Con la grada esperando novedades desde El Helmántico y el Rico Pérez, llegó el tercer tanto. Esta vez, el gol de Javi Guerra, de cabeza al elevarse sobre todos, no admitió dudas. Minutos después, el árbitro pitó el final del primer tiempo. Y justo en ese momento, los casi veinte mil espectadores se levantaron para celebrar un gol del Rayo en Alicante. Eufóricos, los suplentes saltaron al campo a dar la noticia a sus compañeros ante el jolgorio general.

Orriols elevó el volumen de los transistores al máximo en la segunda parte, a la espera de que el ascenso se fuera definiendo en los otros frentes abiertos. Sobre el campo, el Castellón adelantó metros en busca del honor perdido. Hubo más trabajo para los defensas, y para Pallardó, un elemento clave en el Levante UD del Centenario. El centrocampista valenciano ofreció un magisterio de clase, arriba y abajo, a derecha e izquierda, en la recuperación y la administración de la pelota. Un obstáculo insalvable para el Castellón, que si hubo un lugar donde naufragó en el Ciutat de València fue en el medio campo.

Sin argumentos de peso para celebrar el ascenso -el Betis igualó un gol del Salamanca y el Hércules hizo lo mismo ante el Rayo-, el Levante UD continuó a lo suyo, moviendo la pelota y esperando las reacciones de la grada. Fuera del banquillo, Luis García Plaza se desgañitaba ordenando los movimientos tácticos sin quitarle ojo al reloj. Faltaba un cuarto de hora y su equipo estaba en Primera, pero faltaba la confirmación. Por si acaso, antes retiró a Rubén, después a Xisco, intentando comerle tiempo a la tarde y reservando, por si acaso, fuerzas.

Las gradas ya festejaban el ascenso con la ola cuando el Hércules remontó su partido ante el Rayo. El Betis había empatado en Salamanca, así que todo quedó pendiente del Helmántico. Orriols, inmune al gol del Castellón, quedó en silencio durante unos instantes, mantuvo la respiración y esperó... "¡¡¡Final en Salamanca!!!, ¡¡¡final en Salamanca!!!", gritaron desde la radio. Explotó Orriols, el árbitro pitó el final y la afición se echó al campo, en busca de sus héroes. En el palco, el presidente, Quico Catalán, rompió a llorar como una magdalena y abrazó muy fuerte a su padre.