Manu de la Paz (Villanueva del Arzobispo, Jaén, 1996), joven portero del cadete del Levante UD, estará expectante recibiendo noticias, mañana, del primer equipo en El Molinón. Lo hará cómodamente en su casa. El duro régimen de medicación contra la leucemia que padece le ha dado una tregua estos días. Anoche volvió a acostarse, feliz en su cama, consciente de que está en el buen camino. "Irse a casa es un gusto. Y, además, me encuentro muy bien", aseguró por teléfono ayer desde el asiento trasero del coche familiar, a medio camino entre el Hospital de Jaén y su pueblo, apenas media hora después de recibir un alta médica bendita. En sólo dos meses, tiene agarrada a la dolencia por el cuello, en su afán por dejarla sin aliento poco a poco. Porque Manu sabe que la pelea requiere paciencia, palabra sagrada entre los porteros de fútbol.

La voz de Manu transmite energía y tiene ganas de charlar, muestra inequívoca de que mantiene a raya a la leucemia, palabra que la familia nombra sin ningún pudor. Le han plantado cara desde el primer día. Con un par de narices. "Estamos contentos porque todo va muy bien. Lo peor ya ha pasado", subraya su madre, encantada por las continuas muestras de cariño que le llegan a su hijo. Desde Valencia, Villarreal, Sevilla y La Coruña, futbolistas de Primera División se han puesto en contacto con él. Todos le dicen lo mismo: "Volverás a jugar pronto, campeón".

A Manu le diagnosticaron leucemia a principios de octubre, cuando iniciaba ilusionado su segunda temporada en la escuela de Buñol. Llevaba tiempo sintiéndose mal. Mareos, picos de fiebre, debilidad y una erupción cutánea señalaron que algo iba mal, hasta que unos análisis de sangre encontraron el problema. Manu, un guardameta valiente bajo los palos, aceptó el obstáculo con el mismo aplomo con el que se planta en el área pequeña. "Nunca bajaré los brazos", se dijo a sí mismo, consciente de que tendría que cambiar, durante un tiempo, los guantes por los goteros. Nunca antes se ha rendido. Desde que llegó a la Ciudad Deportiva de Buñol, hace un año, en busca de una oportunidad, se mostró como un chaval decidido, con la madurez de un veterano. Antes había probado suerte en la cantera del Albacete, pero quiso dar un paso más y llamó las puertas de la Escuela del Levante UD. Los técnicos pronto confiaron en él. "No tiene miedo. Es un chaval muy entero, un ejemplo", aseguran desde su entorno.

Dos meses después de aquel maldito diagnóstico, los glóbulos blancos de Manu continúan firmes. No está solo y eso le ha ayuda mucho para no ceder un centímetro ante el invasor. Desde el Levante UD todo han sido muestras de apoyo. Sus compañeros le enviaron un balón firmado y el primer equipo le dedicó una camiseta con los autógrafos de todos los futbolistas y un vídeo que le hizo saltar las lágrimas. También recibió llamadas y mensajes de ánimo a través del teléfono desde el vestuario "granota". Los refuerzos han llegado desde otros puntos de España. El internacional Carlos Marchena le llamó directamente, en un programa de televisión de Andalucía TV, para mostrarle su apoyo. Lo mismo hizo el portero del Deportivo, Daniel Aranzubía, uno de los espejos en los que se mira. Después llegó la gran sorpresa. La federación andaluza le llevó la Copa del Mundo ganada por España a la misma habitación del hospital.

Todo va bien, dicen los médicos. Manu va a parar el penalti.